MONSEÑOR CABRERA FUE EL PRIMERO EN HISPANOAMÉRICA EN
DISIPAR LA "LEYENDA NEGRA"
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Es
evidente que se está dando lo que vamos retornando al primitivismo. Se inició
hace varios siglos, paulatinamente, silenciosamente; en nuestra época ya es
evidente. Entre los primeros síntomas se cita al Divorcio. “Porque a la postre
el divorcio no sería sino un retroceso a la barbarie”, “un como un salto atrás
en el camino de la civilización” (Menéndez y Pelayo (Los Heterodoxos)” Porque
en efecto, la mayor parte de las tribus aborígenes americanas tenían implantada
en su seno, para la venida de los españoles, la institución del divorcio”
La
Constitución Argentina., en efecto franquea la entrada al seno de nuestro país,
a hombres de todas las latitudes y de todas las razas, de idiomas, de estado, profesión,
ideología y creencias diferentes, pero este llamado generoso no deberá
trasponer los límites de lo razonable y de lo justo, de la discreción y de la
prudencia: podremos darlo todo, que tan magníficos somos, pero no la patria y
sus tradiciones, su carta magna y sus códigos, su integridad territorial y su
bandera; como tampoco ese rinconcito del hogar en que moran los esposos con su
prole muy amada, a la sombra de la inviolabilidad de los lazos que estrechan a
los unos con los otros. ¡Oh!, no permita Dios, jamás, que a instigación de
algún recién venido o de algún criollo mal aconsejado, se lleve desde el
recinto del Congreso de la Nación, a aquel santuario, por órgano de alguna ley,
como la del establecimiento del divorcio, la profanación, el desorden, la
angustia, la desesperanza, la desdicha, el “etiam
periére ruinae”, de los antiguos
vates, que a la vez entonaban, a coro, con la más popular, el “Pro aris et focis”, que es también o
debe ser nuestra divisa como patriotas simplemente o como legisladores. Cita a
Antonio Dellepiane: “El divorcio fomenta
los matrimonios que se realizan por cálculos lucrativos, y constituye una
puerta abierta a la poligamia y acusa un grave síntoma de decadencia moral.” Y al Dr. Ángel Gallardo: “La doctrina de la Iglesia Católica sobre la
indisolubilidad del matrimonio, consagra el último aspecto de la evolución en
las sociedades humanas que se han elevado a la monogamia. […] Al facilitar la
disolución del matrimonio, la legislación autorizaría une regresión a las
etapas primitivas” (1932)
Sólo
la verdad nos hace libres, dice el Evangelio; y la verdad en lo que afecta al
vínculo matrimonial radica en estas palabras de Jesús, que vino a restaurarlo
todo en Él :”Lazo que Dios ha unido no
intente el hombre desatarlo.”
TAPA-1932
4-5- DE GUSTAVO MARTÍNEZ ZUVIRÍA - "HUGO WAST"
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HASTA AQUÍ EL PRÓLOGO DE GUSTAVO MARTÍNEZ ZUVIRÍA
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EJEMPLAR CONSULTADO EN LA "BIBLIOTECA DEL CONGRESO
DE LA NACIÓN."
Como siempre Hugo Wast con su afilado don de visionar el futuro. Ya anticipa
el motivo de imponer el divorcio: " Es un cálculo frío y sagaz...Al desintegrar el matrimonio, mediante el divorcio, quieren desorganizar la familia, para zapar en sus cimientos la propiedad individual." y más adelante previene:
"....inmenso peligro para un pueblo como el nuestro que tan despreocupadamente recibe a toda suerte de
inmigrantes. Un día u otro el criollo, el nativo, se encontrará, también él, que es intruso en su propia casa".
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BORRADOR DE UNA NOTA PREPARADA SOBRE EL FASCICULO DEL
DR. ARTRUO M. BAS, COMO ÉL EXPLICA
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“Monseñor PABLO CABRERA,
PADRE DE LA OBRA SALESIANA
EN CÓRDOBA”
Los Salesianos
creíamos que no debía morir… Cuando lo veíamos joven, a pesar de la carga de
los años, celebrar nuestras alegrías, cuando oyendo la charanga de nuestros
niños, entusiasmado exclamaba “yo también fui clarín”; cuando conmovido por las
manifestaciones de nuestra gratitud no podía detener la lengua, tarda ya por
los achaques, y como otrora derramaba a
borbotones su elocuencia para decirnos todo el calor de su afecto sentido…
cuando lo contemplábamos así creíamos que su figura patriarcal debía seguir
escoltándonos en nuestro camino, sosteniéndonos en los días de la tribulación,
alegrándonos en los de nuestro regocijo.
Empero escrito
está: “Las jornadas del hombre esfúmanse como sombras y sécanse como flor del
heno” (Ps.101)
¡Por eso cayó
también este árbol añoso bajo el peso de los propios frutos! ¡Por eso, también
monseñor Cabrera ha muerto!
La obra
salesiana no puede silenciar su afecto y gratitud a este sacerdote benemérito.
No queremos aquí ponderar las esclarecidas dotes de su ingenio no común, los
méritos adquiridos ante la historia y las letras patrias, ni siquiera los
laureles abundosos cosechados entre las almas en una larga y fecunda labor
parroquial. Lloramos la orfandad de los salesianos, porque se les ha muerto un
padre. Un padre, este es el único título que le cuadra a Monseñor Cabrera en
sus relaciones con la obra salesiana de Córdoba. Título adquirido en treinta y
seis años de paternidad, que fueron otros tantos años de cuidados y desvelos,
desde la gestación de nuestra obra, penosa y lenta como todas las gestaciones,
hasta el momento actual.
Hace apenas un
lustro, decíamos al dar a luz las “memorias del Colegio Pío X”, refiriéndonos a
monseñor Cabrera: “Nos es difícil hablar de él, porque sabemos que vamos a
herir la modestia de este hombre, de este sabio, de este sacerdote integérrimo
que tiene ganados por el esfuerzo propio los títulos a la gratitud de todo el
pueblo argentino.
Hoy ya no tememos ofender tu humildad, hoy ya
no llegan a ti las alabanzas de los hombres, porque tus oídos se han abierto ya
a las resonancias sin falsía de la Voz Divina; por esto aquí
públicamente, no tememos atribuirte a ti, en máxima parte, cuanto bien se ha
podido hacer en treinta años de labor incansable: por eso no tememos atribuirte
a ti el mérito de cuanto bien se pueda hacer en el ambiente cordobés, mientras
la diestra misericordiosa de Dios sostenga nuestra obra en la docta ciudad
Comenzó la
labor salesiana de monseñor Cabrera en el año 1899, cuando aprovechando la ida
de Monseñor Toro y de su propio tío el canónigo Eleuterio Mercado, al Concilio
Plenario Latino Americano, en Roma, inicia sus gestiones para traer a los
salesianos a Córdoba, ante el Superior General don Rúa.
Desde entonces
hasta 1905, año de la fundación del Colegio Pío X: ¡cuántos trabajos
preparatorios para desbrozar de dificultades el terreno, para conseguir medios,
para asegurar vida a la futura criatura! ¡Cuánto calor de afecto en Mons.
Cabrera y aquel núcleo benemérito de primeros cooperadores! ¡Qué bien
merecieron de los niños pobres y abandonados de esta ciudad!
El 27 de
octubre de 1903, en uno de los salones del Hotel San Martín, acepta la
dirección del Comité de Cooperadores Salesianos y desde entonces lo dirige con
entusiasmo y sacrificio hasta las proximidades de la muerte.
Y cuando en
1905 llegan finalmente a Córdoba los salesianos, la histórica ciudad, los
recibe cordialmente en la estrechura de un abrazo dado por monseñor Cabrera al
primer director, el padre Gherra.
Y luego:
treinta años de vida de nuestra obra han sido ¡treinta años de cariño
desvelador de monseñor Cabrera!
Que lo diga sino
la iglesia del Pilar, que fue la primera iglesia salesiana de esta ciudad,
donde en 1906 iniciara su vida sacerdotal el primer salesiano consagrado en
Córdoba, el padre Tantardini. Que lo diga la primera Capilla del Colegio Pío X,
bendecida por monseñor Cabrera, el 23 de abril de 1905.
Que lo digan
los innumerables discursos a favor de nuestra obra; que lo digan sus óbolos
generosos; que lo diga su propaganda personal; sus palabras de aliento y de
consejo.
Pero, ¿para qué
continuar? ¡Si toda nuestra vida ha sido su vida! ¡Sino se halla una sola
página de nuestras crónicas sin que figure en ellas monseñor Cabrera,
dispensándonos sus beneficios!
Y luego, a los
25 años de fundada, cuando nuestra obra ya se había consolidado, cuando
monseñor Cabrera podía haberse creído dispensado de prestarle su ayuda, porque
la amaba y la amaba de verdad, anciano ya y achacoso, conservó para ella las
finezas de sus bondades y los riquísimos veneros de su cariño.
A los 25 años
del histórico abrazo de recepción el corazón de Mons. Cabrera conservaba todas
las energías de afecto de sus años jóvenes para la Congregación, que le
llevaban a sellar con un nuevo abrazo al padre Gherra, en 1930, la etapa nueva
que comenzaba nuestra obra.
Un abrazo al
iniciar, un abrazo al fin. He ahí la síntesis de la actuación salesiana de
Mons. Cabrera: ¡la fineza, la estrechura de un abrazo!
Padre querido:
hoy mientras rezamos sobre tus despojos venerables te devolvemos ese abrazo.
Hoy, como el 25
de mayo de 1908 al celebrar tus bodas de plata sacerdotales, hoy como en todos
los momentos gratos o angustiosos de tu
vida, están junto a ti tus niños, tus salesianos, con ansías de
demostrarte que el afecto que en ellos depositaste no fue estéril, que engendró
otros muchos afectos.
No te lloramos
como los que no tienen esperanza. La muerte no es para nosotros un abismo que
nos separa, es más bien un puente que nos une, porque como ha sido escrito con
razón, muchas cosas distancian a las almas aquí abajo; en cambio las que viven
en la luz única, que tú ya gozas, están realmente cercanas a las nuestras, nos
conocen y nos penetran como no es posible hacerlo sobre la tierra, donde la
parte mejor y más sincera de nosotros mismos queda sepultada siempre en las
intimidades de nuestro espíritu.
Por eso, porque
creemos y porque esperamos, no te hacemos el augurio pagano:”Terra tibi levis”
sino rezamos el cristiano grito augural: “In tuo adventu suscipiant te Martyres
et perducant te in civitatem sanctam Jerusalem”
“ Que te
conduzcan los ángeles al Paraíso, que te reciban los mártires y te introduzcan
en la celestial Jerusalén.”
Para que así
sea, te acompañan las preces de los doce mil salesianos de la Congregación, para
que así sea rezan por ti tus salesianos y tus niños de Córdoba.
7 febrero de 1936 por B.C.H-
SUS ÚLTIMOS AÑOS VIVIDOS EN LA POBREZA Y EN SU FIRME DEDICACIÓN A LA IGLESIA
APOSTÓLICA ROMANA.
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