FALLECE EL APÓSTOL DE LA VERDAD HISTÓRICA
MONSEÑOR PABLO CABRERA MERCADO, EN SUS ÚLTIMOS AÑOS, SIEMPRE ENTRE LIBROS |
LOS PRINCIPIOS- PUBLICA EL ÓLEO DEL ARTISTA MOSSI, EXPUESTO EN EL SALÓN FASCE EN DICIEMBRE 1932 |
CÓRDOBA TRIBUTÓ AYER IMPRESIONANTE HOMENAJE
A MONS. PABLO CABRERA.Los Principios 30.1.1936
EL CARRUAJE ESCOLTADO POR UN PIQUETE DEL ESCUADRÓN DE SEGURIDAD, VESTIDO DE GALA, DESDE LA CAPILLA HASTA EL CEMENTERIO, DONDE LOS RECIBIÓ UN PIQUETE DE BOMBEROS Y LA BANDA PROVINCIAL. |
Diario Córdoba
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Pablo Cabrera (director del museo, 1919-1922)
29
agosto, 2014 · por Centenario Coleccion
· en Directores
En marzo de 1919 el Presbítero Pablo Cabrera asume
la dirección del Museo Provincial, por decreto del gobernador radical Julio
Borda. El apartamiento del cargo de Deodoro Roca, producido en el marco de las
tensiones posteriores a la reforma universitaria, es objetado desde algunos
sectores, en tanto otros, ligados al clero principalmente, lo reciben de forma
positiva. No obstante esto, el proceso de especialización museológica delineado
por Roca, sigue su curso. Así, coincidente con la fecha de designación de
Cabrera, se ha formalizado por decreto, la escisión de la sección de Historia
Natural (ya albergada, de hecho en la Escuela Alberdi). Por otra parte, atento
a sus intereses y labor investigativa, el presbítero se concentra en el núcleo
de historia del museo (piezas y documentos ligados al pasado colonial,
principalmente), que se instala como institución separada en la Casa del Virrey
a partir de mayo de 1919. Pocos días antes de la apertura, Pablo Cabrera
declara en un diario local: “En cuanto a mi programa, es muy sencillo. Pienso
hacer efectivo el proyecto del Doctor Deodoro Roca, mi antecesor, en lo que
respecta a la Casa Colonial. Para esto espero contar con la colaboración de un
asesor técnico que podríamos llamar, el ingeniero Kronfuss […] La
reconstrucción tal cual la ideó Roca, es el fin que me propongo. Espero tener
más suerte que el autor del importante proyecto…”. (La Tribuna,
02/05/1919, citado en Furlong, G. Monseñor Pablo Cabrera, Buenos Aires,
Huarpes, 1945). Kronfuss es efectivamente convocado para restaurar la Casa del
Virrey, que permanece cerrada algunos meses durante la ejecución de las obras,
y hacia fines de 1919 vuelve a habilitarse al público. Con Cabrera abocado
entonces a las colecciones alojadas ahora en el Museo Colonial, la sección de
bellas artes (que permanece en el edificio de Parque Sarmiento) resulta
relegada y pasa, desde 1922, a depender de la Academia Provincial de Bellas
Artes, por entonces bajo la dirección de Emiliano Gómez Clara.
PBRO. PABLO CABRERA DIRECTOR DEL MUSEO PROVINCIAL |
DATOS BIOGRÁFICOS
CABRERA, PABLO
(San Juan, 1857 – Córdoba, 1936)
Sacerdote, historiador. Hijo del hacendado chileno Pablo José Cabrera y de la sanjuanina Melitona Mercado Quiroga; realizó sus estudios primarios en su ciudad natal. En 1869, decidido a embarcarse en la carrera sacerdotal, se trasladó a la ciudad de Córdoba, donde al año siguiente logró ingresar al Seminario Conciliar de Loreto. Alumno ejemplar; obtuvo en 1881 el título de Licenciado en Teología. Desde 1880 se había radicado sin embargo en Mendoza, junto a su madre y hermanos, y permaneció allí hasta 1883. Ese año, en la ciudad de San Juan, fue ordenado sacerdote y destinado como capellán al Colegio de María de las Esclavas del Corazón de Jesús, en la capital cordobesa, asignación en la que permaneció entre 1884 y 1896. Su afición a la música y a la literatura encontró allí lugar para desplegarse (compuso varios melodramas), al tiempo que comenzó a ganarse algún reconocimiento como estudioso de historia, a través de disertaciones y publicaciones. Se desempeñó también como redactor de Los Principios y dirigió el Círculo de Obreros. A fines de 1893 hizo un viaje a Europa, con el objetivo de participar de participar de una serie de eventos religiosos. A su regreso, en 1896, fue nombrado cura de la parroquia del Pilar (cargo que conservó hasta 1929). La orientación de sus inquietudes intelectuales hacia la historia y, especialmente, la indagación en el pasado colonial, se consolidaron desde entonces. Sus intereses en diversas manifestaciones artísticas no declinaron tampoco. Así por ejemplo, en 1899 inauguró con un extenso discurso la tercera exposición del Ateneo de Córdoba, del cual fue miembro y presidente. Posteriormente, en 1913, integró la Comisión Provincial de Bellas Artes. Fue postulado en varias ocasiones a altos cargos en la jerarquía eclesiástica, pero por diversos motivos, no llegó a acceder a ellos. Su tranquila rutina en la parroquia del Pilar le permitió una considerable dedicación a sus investigaciones históricas, que lo llevaron a frecuentar asiduamente el Archivo de Tribunales y la Universidad de Córdoba como parte de su labor. Uno de sus biógrafos, Guillermo Furlong, hace referencia a un círculo informal nucleado en torno a Pablo Cabrera, donde figuras como Enrique Martínez Paz, Ernesto Gavier, Luis C. Martínez Villada, Telasco Castellanos, Rafael Moyano López, Luis Roberto Altamira, Nimio de Anquín, Juan Kronfuss, Carlos Camilloni, Arturo Cabrera Domínguez, Juan José y José María Vélez, y algunos sacerdotes como Pedro Grenón, participaban de charlas e intercambios sobre temas literarios, filosóficos e históricos. En 1911, para brindarle apoyo económico, la Universidad de Córdoba lo nombró colector de documentos y en 1916 se le creó el puesto de Jefe de Manuscritos. En esta institución estuvo también cargo de la cátedra “Etnografía Indígena Argentina”, cuya creación proyectó.
Ávido coleccionista, con los años logró conformar, un extenso archivo personal con valiosos objetos y documentos ligados al pasado colonial. La inquietud de fundar en Córdoba un Museo Histórico, encontró finalmente oportunidad de concretarse a partir de su nombramiento como director del Museo Provincial, en marzo de 1919. Deodoro Roca, su predecesor en este cargo, había trabajado ya en un proyecto de refacción de la Casa del Virrey para destinarla a ese fin. La inauguración del museo (que se conoció como Casa Colonial o Museo Histórico) tuvo lugar el 16 de mayo de 1919.
Casa del
Virrey Sobremonte (sede del Museo Colonial)
Miembro
de numerosas entidades científicas, la nómina incluye la Junta de Estudios
Históricos de Córdoba (de la que fue fundador en 1924 y presidente; convertida
luego en 1928 en Junta de Historia y Numismática Americana, como filial de la
sede porteña), la Academia Nacional de Ciencias, el Instituto Geográfico
Argentino, la Academia Argentina de Letras, la Sociedad de Americanistas de
París, entre otras. En 1928 recibió el título Honoris Causa por la Universidad
de Córdoba. Un año más tarde abandonó el curato del Pilar, en parte por su ya
deteriorada salud. No obstante, persistió en su labor historiográfica hasta su
muerte, acontecida en 1936. Poco después de ese hecho, la Universidad Nacional
de Córdoba creó el Instituto de Estudios Americanistas (actualmente sección
“Estudios Americanistas y Antropología”, de la Facultad de Filosofía y
Humanidades), donde fue albergada su valiosa colección documental.
Entre sus numerosas publicaciones, pueden mencionarse La Iglesia y la Hermandad del Pilar, su primera monografía histórica édita (1897), Los Lules (1910), Nuestra Señora de Copacabana (1911), Universitarios de Córdoba (1916), Las Coronas Líricas (1917, en colaboración con Enrique Martínez Paz); Ensayo histórico sobre la fundación de Córdoba (1920), En el país de los Juries (1924), Tesoros del pasado argentino (1926), Estudios históricos y geográficos del Tucumán (1926), Los gobiernos provinciales y el vicepatronato (1930), La Segunda Imprenta de la Universidad de Córdoba (1930), Ensayos sobre etnología argentina (1931), Irradiación del Colegio Máximo Jesuítico de Córdoba del Tucumán, su último trabajo publicado en vida (1935). En 1933 el Senado de la Nación sancionó una ley disponiendo que fueran impresas todas las obras de Cabrera, por cuenta de la Nación, como reconocimiento de los valiosos aportes realizados en el campo de la historia, la etnología y la arqueología, particularmente de los estudios coloniales, que con su labor contribuyó a cimentar.
Entre sus numerosas publicaciones, pueden mencionarse La Iglesia y la Hermandad del Pilar, su primera monografía histórica édita (1897), Los Lules (1910), Nuestra Señora de Copacabana (1911), Universitarios de Córdoba (1916), Las Coronas Líricas (1917, en colaboración con Enrique Martínez Paz); Ensayo histórico sobre la fundación de Córdoba (1920), En el país de los Juries (1924), Tesoros del pasado argentino (1926), Estudios históricos y geográficos del Tucumán (1926), Los gobiernos provinciales y el vicepatronato (1930), La Segunda Imprenta de la Universidad de Córdoba (1930), Ensayos sobre etnología argentina (1931), Irradiación del Colegio Máximo Jesuítico de Córdoba del Tucumán, su último trabajo publicado en vida (1935). En 1933 el Senado de la Nación sancionó una ley disponiendo que fueran impresas todas las obras de Cabrera, por cuenta de la Nación, como reconocimiento de los valiosos aportes realizados en el campo de la historia, la etnología y la arqueología, particularmente de los estudios coloniales, que con su labor contribuyó a cimentar.
MONSEÑOR PABLO CABRERA
por Carlos Ighina-2017
La avenida Monseñor Pablo Cabrera es un camino vital para la ciudad. Su trazado da movilidad y dinámica a un sector de indudable importancia urbana y económica.
Los que diariamente la recorren conocen de su utilidad y trascendencia, así como saben disfrutar del agradable entorno de sus cuadras. Es que la suave pendiente que conduce hacia el norte resulta ante todo un interesante paseo con llamativas panorámicas citadinas amparadas por el frescor de una sombra vegetal.
Sin embargo, corresponde que nos preguntemos: ¿Quién era monseñor Cabrera?
El nombre de las cosas suele tener la virtud de dignificarlas, de darles una jerarquía, una dimensión distinta.
Aparte de ser elegante y funcional al dilatado cuadrilátero que es Córdoba, la avenida Monseñor Pablo Cabrera, posee una denominación que la distingue y que la califica. Ocurre que lleva en su nomenclatura el deseo de la comunidad de honrar a un ilustre y esclarecido personaje, a un sacerdote y a un hombre de estudios que por muchos años fue sinónimo de la Córdoba culta.
Nacido en San Juan, en 1857, fue párroco, antropólogo, etnólogo, lingüista, famoso orador y minucioso investigador de la historia y de las señales del pasado en el territorio cordobés y de vastas regiones argentinas.
A los doce años optó por la vocación sacerdotal y viajó a Córdoba para estudiar en el Seminario Conciliar de Nuestra Señora de Loreto, ubicado entonces en la actual Plazoleta del Fundador. Precisamente al tiempo de arribar Cabrera a Córdoba, dejaba de ser prefecto de estudios de esa casa de formación religiosa, el padre José Gabriel Brochero, hoy canonizado.
Ordenado sacerdote en 1883, Cabrera fue nombrado capellán del Colegio de María, destino en el que permaneció doce años. Sin descuidar sus responsabilidades religiosas, se dedicó por entonces al cultivo de las letras y a sus aficiones musicales, componiendo varios melodramas que fueron representados y cantados.
Su rica personalidad no pasó inadvertida, pese al aparente retiro en el claustro de las Esclavas del Corazón de Jesús, trascendiendo pronto su prestigio de orador y conociéndose sus primeros trabajos de investigación histórica.
Cuando Adolfo Saldías, precursor del revisionismo histórico, aventuró sus críticas sobre la personalidad de Manuel Belgrano, Cabrera realizó una encendida apología del prócer, lo que le valió la consideración general.
Activo y entusiasta participó de la redacción del diario católico Los Principios y se hizo cargo de la asesoría del Círculo de Obreros Católicos.
Sin embargo, los vecinos de Córdoba, tanto los piadosos feligreses como los amigos de la cultura, lo incorporaron a la memoria colectiva desde su gestión parroquial de tres décadas en la Iglesia del Pilar, a partir de 1896.
Los que diariamente la recorren conocen de su utilidad y trascendencia, así como saben disfrutar del agradable entorno de sus cuadras. Es que la suave pendiente que conduce hacia el norte resulta ante todo un interesante paseo con llamativas panorámicas citadinas amparadas por el frescor de una sombra vegetal.
Sin embargo, corresponde que nos preguntemos: ¿Quién era monseñor Cabrera?
El nombre de las cosas suele tener la virtud de dignificarlas, de darles una jerarquía, una dimensión distinta.
Aparte de ser elegante y funcional al dilatado cuadrilátero que es Córdoba, la avenida Monseñor Pablo Cabrera, posee una denominación que la distingue y que la califica. Ocurre que lleva en su nomenclatura el deseo de la comunidad de honrar a un ilustre y esclarecido personaje, a un sacerdote y a un hombre de estudios que por muchos años fue sinónimo de la Córdoba culta.
Nacido en San Juan, en 1857, fue párroco, antropólogo, etnólogo, lingüista, famoso orador y minucioso investigador de la historia y de las señales del pasado en el territorio cordobés y de vastas regiones argentinas.
A los doce años optó por la vocación sacerdotal y viajó a Córdoba para estudiar en el Seminario Conciliar de Nuestra Señora de Loreto, ubicado entonces en la actual Plazoleta del Fundador. Precisamente al tiempo de arribar Cabrera a Córdoba, dejaba de ser prefecto de estudios de esa casa de formación religiosa, el padre José Gabriel Brochero, hoy canonizado.
Ordenado sacerdote en 1883, Cabrera fue nombrado capellán del Colegio de María, destino en el que permaneció doce años. Sin descuidar sus responsabilidades religiosas, se dedicó por entonces al cultivo de las letras y a sus aficiones musicales, componiendo varios melodramas que fueron representados y cantados.
Su rica personalidad no pasó inadvertida, pese al aparente retiro en el claustro de las Esclavas del Corazón de Jesús, trascendiendo pronto su prestigio de orador y conociéndose sus primeros trabajos de investigación histórica.
Cuando Adolfo Saldías, precursor del revisionismo histórico, aventuró sus críticas sobre la personalidad de Manuel Belgrano, Cabrera realizó una encendida apología del prócer, lo que le valió la consideración general.
Activo y entusiasta participó de la redacción del diario católico Los Principios y se hizo cargo de la asesoría del Círculo de Obreros Católicos.
Sin embargo, los vecinos de Córdoba, tanto los piadosos feligreses como los amigos de la cultura, lo incorporaron a la memoria colectiva desde su gestión parroquial de tres décadas en la Iglesia del Pilar, a partir de 1896.
El templo del Pilar había comenzado a construirse hacia 1738 con base en una donación de las hermanas Jacinta y Gregoria Sobradiel en aquel arrabal de la intersección de las actuales avenidas Olmos y Maipú. Las obras, luego de ser abandonadas, fueron completadas por el sargento mayor, don Fernando Fabro, quien tuvo la misión de extraditar a los jesuitas en 1767.
Fabro fue fundador asimismo de la Hermandad del Pilar, cofradía que tenía, entre otros objetivos, el de acompañar a bien morir a los condenados a la pena capital. En los aledaños de la primitiva capilla, luego convertida en la segunda parroquia de Córdoba, en1888,“se suministraba sepultura a los pobres y a los muertos en batalla”.
A lo largo de su prolongado período parroquial, monseñor Cabrera –título honorífico el de monseñor que se confiere a algunos sacerdotes por sus méritos particulares- cuidó con celo del órgano a viento de principios del siglo XIX, cobijado bajo un recinto recubierto con telas pintadas al óleo.
La figura del padre Cabrera era connatural con la fachada de ligero estilo barroco colonial de la iglesia, donde se destacaban a ambos lados de la entrada principal originaria, sendos esbozos de columnas jónicas a modo de detalle ornamental.
Mucho podemos decir de Pablo José Segundo Cabrera y lo intentaremos, pero mejor dejémonos conducir por la guía de un poeta, de un hijo de Córdoba: Arturo Capdevila, que en sus versos supo valorar el perfil espiritual e intelectual del sacerdote y humanista.
Cura muy ilustre había:
era el cura Pablo Cabrera.
De las plegarias pasaba
al encanto de las letras
que más cosas le decían,
seguro, cuanto más viejas.En dos trazos, Capdevila define la personalidad de monseñor Cabrera, y más luego agrega, como para caracterizarlo mejor:
Le amó la Universidad,
fue monseñor de la Iglesia,
y los incas se alegraron
con su devoción de América,
que era varón muy cabal
ese monseñor CabreraY al final dibuja esta estampa, cuando ya venerable pasaba su prestigio por las calles y recintos de Córdoba, le decía:
Ya muy cano andaba al fin,
y cenicientas las cejas,
marchitos los mansos ojos,
la cara cansada y yerma.Tal vez en las tardes de quietud sea posible percibir su estampa, arqueado el gesto, como oteando la ciudad de sus amores. Es entonces cuando podemos detenernos un momento para hacerle caso a Capdevila en sus versos postreros:
Diga todo el que le nombre
(si es de noche, mire una estrella):
¡Agradecida memoria
para monseñor Cabrera!
Fabro fue fundador asimismo de la Hermandad del Pilar, cofradía que tenía, entre otros objetivos, el de acompañar a bien morir a los condenados a la pena capital. En los aledaños de la primitiva capilla, luego convertida en la segunda parroquia de Córdoba, en1888,“se suministraba sepultura a los pobres y a los muertos en batalla”.
A lo largo de su prolongado período parroquial, monseñor Cabrera –título honorífico el de monseñor que se confiere a algunos sacerdotes por sus méritos particulares- cuidó con celo del órgano a viento de principios del siglo XIX, cobijado bajo un recinto recubierto con telas pintadas al óleo.
La figura del padre Cabrera era connatural con la fachada de ligero estilo barroco colonial de la iglesia, donde se destacaban a ambos lados de la entrada principal originaria, sendos esbozos de columnas jónicas a modo de detalle ornamental.
Mucho podemos decir de Pablo José Segundo Cabrera y lo intentaremos, pero mejor dejémonos conducir por la guía de un poeta, de un hijo de Córdoba: Arturo Capdevila, que en sus versos supo valorar el perfil espiritual e intelectual del sacerdote y humanista.
Cura muy ilustre había:
era el cura Pablo Cabrera.
De las plegarias pasaba
al encanto de las letras
que más cosas le decían,
seguro, cuanto más viejas.En dos trazos, Capdevila define la personalidad de monseñor Cabrera, y más luego agrega, como para caracterizarlo mejor:
Le amó la Universidad,
fue monseñor de la Iglesia,
y los incas se alegraron
con su devoción de América,
que era varón muy cabal
ese monseñor CabreraY al final dibuja esta estampa, cuando ya venerable pasaba su prestigio por las calles y recintos de Córdoba, le decía:
Ya muy cano andaba al fin,
y cenicientas las cejas,
marchitos los mansos ojos,
la cara cansada y yerma.Tal vez en las tardes de quietud sea posible percibir su estampa, arqueado el gesto, como oteando la ciudad de sus amores. Es entonces cuando podemos detenernos un momento para hacerle caso a Capdevila en sus versos postreros:
Diga todo el que le nombre
(si es de noche, mire una estrella):
¡Agradecida memoria
para monseñor Cabrera!
Su vocación por la etnología aborigen y, por consecuencia, su interés por lo americanista nació en forma espontánea cuando, apremiado por algunas dolencias psicofísicas y casi con 40 años, se retiró un tiempo a las serranías y así pudo descubrir relictos óseos y petroglifos que le hablaban de una cultura más que primitiva, preexistente a la llegada de los europeos.
Luego, por muchos años, sus salidas a la campaña, en particular al valle de Punilla o las regiones de Cruz del Eje o La Candelaria, lo encontrarían, a a pie o a caballo, buscando las huellas de un pasado que lo apasionaba.
Su intelecto y su constancia lo impulsaron a producir y así fue dando a la imprenta estudios como Etnografía indígena argentina, Los aborígenes del país de Cuyo, Los lules, En el país de los juríes, Coronas incas (en colaboración con Enrique Martínez Paz), Estudios sobre etnología argentina, Araucanos en la Argentina, Gasta y Llacta en boca de los aborígenes y Córdoba del Tucumán, prehispánica y protohistórica, entre muchos otros trabajos de temática similar.
Habitual y consuetudinario consultante del Archivo de Tribunales, sin por ello relegar la visita a otros archivos de la ciudad e incluso de ciudades como Buenos Aires, La Rioja, Santa Fe y Tucumán, pudo documentarse exhaustivamente para escribir sobre asuntos relativos a la historia de Córdoba y también de otras provincias argentinas.
Su vínculo con la Universidad de Córdoba duró medio siglo, representándola incluso en el Congreso Científico Internacional realizado en Buenos Aires. La Casa de Trejo lo reconoció, designándolo doctor honoris causa y creando, después de su muerte, el Instituto de Estudios Americanistas, con base en sus libros, documentos y manuscritos.
A su empeño se debe la creación del Museo Histórico Provincial, con sede en la casa del marqués de Sobre Monte, en 1919, y de la Junta de Estudios Históricos en 1824.
Miembro titular de la Sociedad Americanista de París, el autor de las sabrosas Misceláneas y de Córdoba de la Nueva Andalucía, falleció en Córdoba el 29 de enero de 1936. Sus restos inicialmente fueron sepultados en la Iglesia Catedral, para luego, en 2013, ser trasladados al templo de Nuestra Señora del Pilar, al costado del cual tuvo su casa, con una valiosa colección de antigüedades, que en 1925 le adquirió el gobierno de Alvear, en tiempos de necesidades para el párroco.
Sumemos nuestra voz a la de Capdevila en la alabanza a monseñor Cabrera.
Luego, por muchos años, sus salidas a la campaña, en particular al valle de Punilla o las regiones de Cruz del Eje o La Candelaria, lo encontrarían, a a pie o a caballo, buscando las huellas de un pasado que lo apasionaba.
Su intelecto y su constancia lo impulsaron a producir y así fue dando a la imprenta estudios como Etnografía indígena argentina, Los aborígenes del país de Cuyo, Los lules, En el país de los juríes, Coronas incas (en colaboración con Enrique Martínez Paz), Estudios sobre etnología argentina, Araucanos en la Argentina, Gasta y Llacta en boca de los aborígenes y Córdoba del Tucumán, prehispánica y protohistórica, entre muchos otros trabajos de temática similar.
Habitual y consuetudinario consultante del Archivo de Tribunales, sin por ello relegar la visita a otros archivos de la ciudad e incluso de ciudades como Buenos Aires, La Rioja, Santa Fe y Tucumán, pudo documentarse exhaustivamente para escribir sobre asuntos relativos a la historia de Córdoba y también de otras provincias argentinas.
Su vínculo con la Universidad de Córdoba duró medio siglo, representándola incluso en el Congreso Científico Internacional realizado en Buenos Aires. La Casa de Trejo lo reconoció, designándolo doctor honoris causa y creando, después de su muerte, el Instituto de Estudios Americanistas, con base en sus libros, documentos y manuscritos.
A su empeño se debe la creación del Museo Histórico Provincial, con sede en la casa del marqués de Sobre Monte, en 1919, y de la Junta de Estudios Históricos en 1824.
Miembro titular de la Sociedad Americanista de París, el autor de las sabrosas Misceláneas y de Córdoba de la Nueva Andalucía, falleció en Córdoba el 29 de enero de 1936. Sus restos inicialmente fueron sepultados en la Iglesia Catedral, para luego, en 2013, ser trasladados al templo de Nuestra Señora del Pilar, al costado del cual tuvo su casa, con una valiosa colección de antigüedades, que en 1925 le adquirió el gobierno de Alvear, en tiempos de necesidades para el párroco.
Sumemos nuestra voz a la de Capdevila en la alabanza a monseñor Cabrera.
Por Carlos A. Ighina
Abogado-Notario.
Historiador urbano-costumbrista
Premio Jerónimo Luis de Cabrera
(Wikipedia
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DE SU OBRA POÉTICA
Premio Jerónimo Luis de Cabrera
(Wikipedia
ººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººº
DE SU OBRA POÉTICA
VIRGEN del ROSARIO de RÍO BLANCO y PAYPAYA- PATRONA DE JUJUY |
SU VENERACIÓN DATA DESDE 1696
HIMNO a NTRA. SEÑORA DEL ROSARIO
de RÍO BLANCO y PAIPAYA.
de RÍO BLANCO y PAIPAYA.
C O R O
¡Eres del hombre esperanza :
eres del Cielo, esplendor :
sonríenos dulce Madre
y abrásanos en tu amor!
Del Paipaya a la margen, un día,
una flor peregrina brotó,
que exhalando perfumes de Cielo
la montaña y el valle impregnó.
Esa flor, eras tú, Rosa Mística,
que dejando los cimas de Sión,
a fijar descendías, piadosa,
en Jujuy tu sagrada mansión.
De este pueblo la hermosa epopeya,
de tu amor es la historia también
tú velastes, cual madre, a su cuna;
fuiste siempre su amparo y sostén.
De baluartes y fosos circuye
el hispano a la nueva ciudad;
mas, ninguno su vida defiende,
cual la asiste tu inmensa bondad.
Cuando el toba con saña bravía
la pretende en escombros trocar,
poseído de espanto se aleja,
en los aires tu ceño al mirar.
¿Quién acude jamás a tus plantas,
en demanda de gracia y merced,
sin que al punto sus ansías apague,
como el ciervo en la linfa su sed?
Pbro. Dr. Pablo Cabrera Mercado
ºººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººº
NOTA SOBRE EL PUEBLO DE SUS PADRES Y ANTEPASADOS CABRERA.
VICHUQUÉN - CHILE
EL PUEBLO DE VICHUQUÉN Y SU LAGO |
VICHUQUÉN EN EL AÑO 1930- SE DESTACA LA IGLESIA Y EL CASERÍO A SU ALREDEDOR |
EN 2018 MANTIENE LA DISTRIBUCIÓN EDILICIA COMO ANTAÑO |
HOMENAJE AL ORIGEN Y FORMACIÓN DE VICHUQUÉN |
EL CUAL SE DIO POR LA UNIÓN DE DOS RAZAS, UNIDAS POR LA EVANGELIZACIÓN |