lunes, 29 de enero de 2018

29 DE ENERO DE 1936

FALLECE EL APÓSTOL DE LA VERDAD HISTÓRICA


MONSEÑOR PABLO CABRERA MERCADO, EN SUS ÚLTIMOS AÑOS, SIEMPRE ENTRE LIBROS


LOS PRINCIPIOS- PUBLICA EL ÓLEO DEL ARTISTA MOSSI,
EXPUESTO EN EL SALÓN FASCE EN DICIEMBRE 1932


Los Revds. Padres Julián Hurley, IJ, el Padre Alfredo Buteler (capellásn de las Esclavas),
familiares, amigos y médicos no se apartaron de su lado, lo acompañaron continuamente
durante sus últimos días. Recibió los Últimos Sagrados Sacramentos. 
Sostenía en sus manos un Crucifijo.

Capilla Ardiente - Iglesia de las Esclavas. A las 9,30 el Rev. P. Julián Hurley, superior de la Compañía de Jesús, celebró el Santo Sacrifico de la Misa.Terminado el Oficio, el pbro doctor Alfonso Buteler, revestido de capa pluvial, cantó un responso ante el catafalco iluminado. Un grupo de cantores interpretó el "Dies irae", himno que la liturgia de la iglesia ha establecido para tan solemnes circunstancias.

CÓRDOBA TRIBUTÓ AYER IMPRESIONANTE HOMENAJE 
A MONS. PABLO CABRERA.Los Principios 30.1.1936

EL CARRUAJE ESCOLTADO POR UN PIQUETE DEL ESCUADRÓN DE SEGURIDAD, VESTIDO DE GALA, DESDE LA CAPILLA HASTA EL CEMENTERIO, DONDE LOS RECIBIÓ UN PIQUETE DE BOMBEROS Y LA BANDA PROVINCIAL.
Diario Córdoba
IMPONENTE FUE EL SEPELIO DE LOS RESTOS DE MONS. CABRERA
ORADORES: 1º-SR. LUCIANO ALVARIÑOS DE LA SOCIEDAD DE FOMENTO URBANO DEL CUADRANTE
NOR-ESTE (fundada por Cabrera); 2º-el P. C. VERA VALLEJO, POR LA IGLESIA Y EL CLERO Y
3º EL DR.ENRIQUE MARTÍNEZ PAZ POR LA UNIVERSIDAD Y LA JUNTA DE HISTORIA Y NUMISMÁTICA.
Impresionante multitud asistió al sepelio; durante el recorrido le daban su adiós, desde las ventanas o puertas de
sus viviendas, el pueblo cordobés
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ALGUNOS DE LOS ARTÍCULOS APARECIDOS DESPUÉS DE SU MUERTE, A PESAR DE LA IMPUESTA LÁPIDA DEL SILENCIO BAJO LA CUAL YACE. AÚN SE LO RECUERDA CON JUSTICIA Y AFECTO.

“Monseñor PABLO CABRERA o el “saber particular”;  por Fermín Chávez
Tiempo Cultura-Córdoba 7.01.1979
  La personalidad de monseñor Pablo Cabrera emerge vigorosa en la realidad contemporánea, engrandecida por los años de olvido a que la relegaron los manuales de historia que, eximiéndola de polémicas y diatribas, la mantuvieron incólume para quienes hoy deseen rescatarla en el tiempo.
  Historiador y activo protagonista de la historia a un mismo tiempo. Músico sensible y culto. Catedrático y alumno atento a las enseñanzas de la vida en sus formas más simples. Monseñor Pablo Cabrera fue ante todo un hombre de fe y como tal, sus convicciones estuvieron avaladas por una incansable labor que gestó pacientemente una obra monumental que hoy adquiere dimensiones de epopeya.
 Tiempo y Cultura brinda en esta edición un exhaustivo panorama de la vida y obra del historiador, acompañado por una selección de textos que hacen justicia a su invalorable aporte a la cultura cordobesa.

   “En el empeño puesto por Monseñor para realizar su obra, hay un sentido heroico de la ciencia. Al contemplar los elementos acumulados desde hace seis lustros y que recién resultan utilizables, cualquiera se pregunta de dónde sacó fuerzas en este desierto para perseverar en su empresa, tan lejana de los cálculos cartagineses”. Esto decía Nimio de Anquín de monseñor Pablo Cabrera, al prologar aquel volumen de 1929, sobre  “Los Aborígenes del País de Cuyo”, representativo de la magna labor del historiador que eligió a Córdoba como tierra adoptiva.
  Como sucede a menudo en el ámbito cultural de los argentinos, la figura de Cabrera no adquiere la debida dimensión más que entre los especialistas, y quizás no tanto como debiera.
  Sucede con él lo que con el padre Pedro Grenón y con otros autores del interior, cuyos textos vieron la luz en monografías y en revistas universitarias locales, lejos del Buenos Aires centralizador no sólo de la riqueza material del país.
  El padre Guillermo Furlong, quien lo llama “el más docto, el más noble, el más generoso de cuantos varones eximios ha albergado, en lo que va del siglo, la docta ciudad cordobesa”, registró 223 libros, folletos, separata y artículos sueltos, suyos, y más de 200 piezas inéditas, que abarcan trabajos en preparación sobre variados temas de su especialidad, panegíricos, discursos, melodramas y composiciones musicales. Porque, aparte de investigador de la historia, fue Cabrera, músico sensible y culto.
  “Monseñor Cabrera descansaba de sus tareas intelectuales ejecutando música de su predilección en un armonium francés de ricas voces que había colocado en su gabinete de estudio”, recordaba su pariente Arturo Cabrera Dominguez en 1936, a poco de su muerte. Como compositor, dejó piezas de particular interés, como su elegía a “La muerte del Obispo Esquiú”, que data, al parecer, de fines del siglo pasado.
   Su alejamiento de San Juan, en 1869, no significó su empobrecimiento en valores argentinos y de cultura tradicional.
  Tuvo la suerte  de caer en una región serrana cordobesa, criolla como la que más. Él mismo lo recordó en una memorable entrevista que concedió al padre Gorosito Heredia (Nice Lotus), allá por 1933.
  “El año 1869, privado de ingresar al Seminario, lo pasé como un guaso –relataba entonces-, en La Estancita de Río Ceballos, por las sierras, al contacto con el paisanaje. Entonces aprendí muchas cosas del campo, refranes, milongas, modales que me sirvieron más tarde para una más acertada interpretación de nuestro medio histórico. Leí mucho, sobre todo versos gauchescos. No soltaba mi Martín Fierro, y hasta hice otro larguísimo. Pero estando en Calamuchita, me lo robaron de debajo de la almohada”. Lo transcripto constituye un dato precioso sobre ese  momento decisivo de su juventud.
  Un tío suyo, hermano de su madre, don Agustín Mercado, era el mayordomo de la mencionad finca de los Dominicos, cercana a Río Ceballos; y otro tío, Fray Domingo Mercado, murió en olor de santidad y brilló en la tradición dominicana de Córdoba (su retrato estaba en la sacristía de Santo Domingo).(ESTÁ AÚN)
  Antes de “enfermarse” por la historia, monseñor Cabrera había estado realmente enfermo. Esto sucedía a fines de siglo. “El doctor Alvarez me diagnosticó surmenage, una neurastenia proveniente de cansancio cerebral –recordaba en 1933.
  Me aconsejó un viaje por las sierras; mi salvación estaba en el cambio de aire, de sitios, de alimentación. Así lo hice, a lomo de mula nomás. Un día vadeando un río, me llevó el agua. Casi no cuento el cuento. Fui a dar contra la barranca, que presentaba en aquel punto unos escalones de piedra. Y en la piedra descubrí unos dibujitos en colores, rojo , verde, negro; una corrida de avestruces. Fui siempre refractario al dibujo, lo he sentido siempre; pero desde entonces comencé a interesarme por todas las cosas antiguas. A donde llegaba, preguntaba por si habían visto huesos raros, objetos viejos. Y compraba cuadritos también. Fue todo empezar. Esa “enfermedad benéfica” me abrió el apetito.
  Cierto, por allí anduvo la mano del azar, pero con ese accidente o sin él lo mismo Cabrera habría descubierto un día la historia, esta discutida ciencia que, a diferencia de la metafísica, versa sobre lo particular. Historia y no filosofía de la historia fue la de monseñor, y con ese particular tuvo, sobre todo en el Archivo de Tribunales, del cual fue su máximo y no superado investigador.
  Como buen criollo, el sanjuanino sabía rastrear y muy pronto perfeccionó su instinto y su actitud. Descubrió verdaderas joyas testimoniales y las fue entregando, con una pasión que corría pareja a su modestia. En el campo de la historia de la cultura los argentinos le debemos a Cabrera perlas que nos ayudan a afirmarnos en nosotros mismos.
  En la segunda y tercera década de nuestro siglo, sobre todo, asombra la fecundidad del autor de Tesoros del Pasado Argentino. Por él supimos de la obra educacional de Fray Juan Grande y de “los dos Quintanas”, del Obispo  San Alberto como pedagogo, del Colegio de Monserrat y del Seminario de Nuestra Señora de Loreto.
  Por él conocimos a esa figura de la filosofía y de las ciencias en la Universidad de Córdoba que fue el padre Domingo Muriel; y hasta de “un periodista volteriano enemigo de Rivadavia”, como ese Ramón Félix Beaudot revelado por Cabrera en 1919.
  Cuando hace algunos años comencé a trabajar sobre la personalidad y la obra de otro preclaro cordobés, Saúl Taborda, me preguntaba de dónde había obtenido toda la información pedagógica sobre la época anterior a 1810 que él utiliza en Investigaciones Pedagógicas. Un día debí asociar dos nombres: el de Taborda y el de Cabrera. Éste último brindó su vasta labor escrita para que el primero pudiese rever ciertas tesis sobre nuestra tradición pedagógica y demostrar que la Argentina había oficializado como tal sólo lo que convenía a la concepción iluminista del Estado.
  El padre  Guillermo Furlong que lo conoció en los días de intenso trabajo en el archivo de la Universidad, al hablar de quienes lo frecuentaban, hacia 1915, consigna lo que sigue: “El doctor Enrique Martínez Paz y el doctor Luis C. Martínez Paz y el Dr. Ernesto Gavier; el doctor José María Olmedo y el doctor Luis C. Martínez Villada; el doctor Telasco Castellano y el doctor Rafael Moyano López; el doctor Estanislao Berrotarán y el señor Luis Roberto Altamira; el señor J. Francisco V. Silva y el arquitecto Juan Kronfuss; el señor Carlos Camilloni y el señor José R. Peña, Nimio de Anquín y Arturo Cabrera Dominguez; Juan José y José María Vélez; el padre Pedro Grenón y el presbítero Vera Vallejo; monseñor Luque y el canónigo Juan T. Moyano; fray Rafael Moyano y monseñor Zenón Bustos eran algunos de los que intencionalmente o sin intención, se llegaban hasta el recinto donde Monseñor conversaba en esa su peña o círculo literario, tan falto de formalidades exteriores como pleno de amenidad, de gracia y de saber”. La suma de nombres es aquí suma de substancia.
  Diré para terminar, que nuestra generación le debe a Pablo Cabrera un público reconocimiento por todo lo que nos regaló, pero más que nada por habernos ayudado a descubrir que la Argentina no nace o brota el 25 de mayo de 1810, como quieren imponernos los manuales, desde Grosso hasta nuestros días. Él está vivo y sigue extendiendo su didáctica, bien acompañado por aquellos hermanos suyos que se llamaron Antonio Larrouy, Guillermo Furlong y Pedro Grenón, también maestros de este “saber pedicular” o “noticia de los singulares” que tanta falta nos hace a los argentinos de toda laya.  Fermín Chavez  (la negrita es mía)

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Pablo Cabrera (director del museo, 1919-1922)
29 agosto, 2014 · por Centenario Coleccion · en Directores
En marzo de 1919 el Presbítero Pablo Cabrera asume la dirección del Museo Provincial, por decreto del gobernador radical Julio Borda. El apartamiento del cargo de Deodoro Roca, producido en el marco de las tensiones posteriores a la reforma universitaria, es objetado desde algunos sectores, en tanto otros, ligados al clero principalmente, lo reciben de forma positiva. No obstante esto, el proceso de especialización museológica delineado por Roca, sigue su curso. Así, coincidente con la fecha de designación de Cabrera, se ha formalizado por decreto, la escisión de la sección de Historia Natural (ya albergada, de hecho en la Escuela Alberdi). Por otra parte, atento a sus intereses y labor investigativa, el presbítero se concentra en el núcleo de historia del museo (piezas y documentos ligados al pasado colonial, principalmente), que se instala como institución separada en la Casa del Virrey a partir de mayo de 1919. Pocos días antes de la apertura, Pablo Cabrera declara en un diario local: “En cuanto a mi programa, es muy sencillo. Pienso hacer efectivo el proyecto del Doctor Deodoro Roca, mi antecesor, en lo que respecta a la Casa Colonial. Para esto espero contar con la colaboración de un asesor técnico que podríamos llamar, el ingeniero Kronfuss […] La reconstrucción tal cual la ideó Roca, es el fin que me propongo. Espero tener más suerte que el autor del importante proyecto…”. (La Tribuna, 02/05/1919, citado en Furlong, G. Monseñor Pablo Cabrera, Buenos Aires, Huarpes, 1945). Kronfuss es efectivamente convocado para restaurar la Casa del Virrey, que permanece cerrada algunos meses durante la ejecución de las obras, y hacia fines de 1919 vuelve a habilitarse al público. Con Cabrera abocado entonces a las colecciones alojadas ahora en el Museo Colonial, la sección de bellas artes (que permanece en el edificio de Parque Sarmiento) resulta relegada y pasa, desde 1922, a depender de la Academia Provincial de Bellas Artes, por entonces bajo la dirección de Emiliano Gómez Clara.


PBRO. PABLO CABRERA DIRECTOR DEL MUSEO PROVINCIAL

DATOS BIOGRÁFICOS

CABRERA, PABLO
(San Juan, 1857 – Córdoba, 1936)

Sacerdote, historiador. Hijo del hacendado chileno Pablo José Cabrera y de la sanjuanina Melitona Mercado Quiroga; realizó sus estudios primarios en su ciudad natal. En 1869, decidido a embarcarse en la carrera sacerdotal, se trasladó a la ciudad de Córdoba, donde al año siguiente logró ingresar al Seminario Conciliar de Loreto. Alumno ejemplar; obtuvo en 1881 el título de Licenciado en Teología. Desde 1880 se había radicado sin embargo en Mendoza, junto a su madre y hermanos, y permaneció allí hasta 1883. Ese año, en la ciudad de San Juan, fue ordenado sacerdote y destinado como capellán al Colegio de María de las Esclavas del Corazón de Jesús, en la capital cordobesa, asignación en la que permaneció entre 1884 y 1896. Su afición a la música y a la literatura encontró allí lugar para desplegarse (compuso varios melodramas), al tiempo que comenzó a ganarse algún reconocimiento como estudioso de historia, a través de disertaciones y publicaciones. Se desempeñó también como redactor de Los Principios  y dirigió el Círculo de Obreros. A fines de 1893 hizo un viaje a Europa, con el objetivo de participar de participar de una serie de eventos religiosos. A su regreso, en 1896, fue nombrado cura de la parroquia del Pilar (cargo que conservó hasta 1929). La orientación de sus inquietudes intelectuales hacia la historia y, especialmente, la indagación en el pasado colonial, se consolidaron desde entonces. Sus intereses en diversas manifestaciones artísticas no declinaron tampoco. Así por ejemplo, en 1899 inauguró con un extenso discurso la tercera exposición del Ateneo de Córdoba, del cual fue miembro y presidente. Posteriormente, en 1913, integró la Comisión Provincial de Bellas Artes. Fue postulado en varias ocasiones a altos cargos en la jerarquía eclesiástica, pero por diversos motivos, no llegó a acceder a ellos. Su tranquila rutina en la parroquia del Pilar le permitió una considerable dedicación a sus investigaciones históricas, que lo llevaron a frecuentar asiduamente el Archivo de Tribunales y la Universidad de Córdoba como parte de su labor. Uno de sus biógrafos, Guillermo Furlong, hace referencia a un círculo informal nucleado en torno a Pablo Cabrera, donde figuras como Enrique Martínez Paz, Ernesto Gavier, Luis C. Martínez Villada, Telasco Castellanos, Rafael Moyano López, Luis Roberto Altamira, Nimio de Anquín, Juan Kronfuss, Carlos Camilloni, Arturo Cabrera Domínguez, Juan José y José María Vélez, y algunos sacerdotes como Pedro Grenón, participaban de charlas e intercambios sobre temas literarios, filosóficos e históricos. En 1911, para brindarle apoyo económico, la Universidad de Córdoba lo nombró colector de documentos y en 1916 se le creó el puesto de Jefe de Manuscritos. En esta institución estuvo también cargo de la cátedra “Etnografía Indígena Argentina”, cuya creación proyectó.
Ávido coleccionista, con los años logró conformar, un extenso archivo personal con valiosos objetos y documentos ligados al pasado colonial. La inquietud de fundar en Córdoba un Museo Histórico, encontró finalmente oportunidad de concretarse a partir de su nombramiento como director del Museo Provincial, en marzo de 1919. Deodoro Roca, su predecesor en este cargo, había trabajado ya en un proyecto de refacción de la Casa del Virrey para destinarla a ese fin. La inauguración del museo (que se conoció como Casa Colonial o Museo Histórico) tuvo lugar el 16 de mayo de 1919.
Casa del Virrey Sobremonte (sede del Museo Colonial)
Miembro de numerosas entidades científicas, la nómina incluye la Junta de Estudios Históricos de Córdoba (de la que fue fundador en 1924 y presidente; convertida luego en 1928 en Junta de Historia y Numismática Americana, como filial de la sede porteña), la Academia Nacional de Ciencias, el Instituto Geográfico Argentino, la Academia Argentina de Letras, la Sociedad de Americanistas de París, entre otras. En 1928 recibió el título Honoris Causa por la Universidad de Córdoba. Un año más tarde abandonó el curato del Pilar, en parte por su ya deteriorada salud. No obstante, persistió en su labor historiográfica hasta su muerte, acontecida en 1936. Poco después de ese hecho, la Universidad Nacional de Córdoba creó el Instituto de Estudios Americanistas (actualmente sección “Estudios Americanistas y Antropología”, de la Facultad de Filosofía y Humanidades), donde fue albergada su valiosa colección documental.
Entre sus numerosas publicaciones, pueden mencionarse La Iglesia y la Hermandad del Pilar, su primera monografía histórica édita (1897), Los Lules (1910), Nuestra Señora de Copacabana (1911), Universitarios de Córdoba (1916), Las Coronas Líricas (1917, en colaboración con Enrique Martínez Paz); Ensayo histórico sobre la fundación de Córdoba (1920), En el país de los Juries (1924), Tesoros del pasado argentino (1926), Estudios históricos y geográficos del Tucumán (1926), Los gobiernos provinciales y el vicepatronato (1930), La Segunda Imprenta de la Universidad de Córdoba (1930), Ensayos sobre etnología argentina (1931), Irradiación del Colegio Máximo Jesuítico de Córdoba del Tucumán, su último trabajo publicado en vida (1935). En 1933 el Senado de la Nación sancionó una ley disponiendo que fueran impresas todas las obras de Cabrera, por cuenta de la Nación, como reconocimiento de los valiosos aportes realizados en el campo de la historia, la etnología y la arqueología, particularmente de los estudios coloniales, que con su labor contribuyó a cimentar.

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MONSEÑOR PABLO CABRERA
por Carlos Ighina-2017

La avenida Monseñor Pablo Cabrera es un camino vital para la ciudad. Su trazado da movilidad y dinámica a un sector de indudable importancia urbana y económica.
Los que diariamente la recorren conocen de su utilidad y trascendencia, así como saben disfrutar del agradable entorno de sus cuadras. Es que la suave pendiente que conduce hacia el norte resulta ante todo un interesante paseo con llamativas panorámicas citadinas amparadas por el frescor de una sombra vegetal.
Sin embargo, corresponde que nos preguntemos: ¿Quién era monseñor Cabrera?
El nombre de las cosas suele tener la virtud de dignificarlas, de darles una jerarquía, una dimensión distinta.
Aparte de ser elegante y funcional al dilatado cuadrilátero que es Córdoba, la avenida Monseñor Pablo Cabrera, posee una denominación que la distingue y que la califica. Ocurre que lleva en su nomenclatura el deseo de la comunidad de honrar a un ilustre y esclarecido personaje, a un sacerdote y a un hombre de estudios que por muchos años fue sinónimo de la Córdoba culta.
Nacido en San Juan, en 1857, fue párroco, antropólogo, etnólogo, lingüista, famoso orador y minucioso investigador de la historia y de las señales del pasado en el territorio cordobés y de vastas regiones argentinas.
A los doce años optó por la vocación sacerdotal y viajó a Córdoba para estudiar en el Seminario Conciliar de Nuestra Señora de Loreto, ubicado entonces en la actual Plazoleta del Fundador. Precisamente al tiempo de arribar Cabrera a Córdoba, dejaba de ser prefecto de estudios de esa casa de formación religiosa, el padre José Gabriel Brochero, hoy canonizado.
Ordenado sacerdote en 1883, Cabrera fue nombrado capellán del Colegio de María, destino en el que permaneció doce años. Sin descuidar sus responsabilidades religiosas, se dedicó por entonces al cultivo de las letras y a sus aficiones musicales, componiendo varios melodramas que fueron representados y cantados.
Su rica personalidad no pasó inadvertida, pese al aparente retiro en el claustro de las Esclavas del Corazón de Jesús, trascendiendo pronto su prestigio de orador y conociéndose sus primeros trabajos de investigación histórica.
Cuando Adolfo Saldías, precursor del revisionismo histórico, aventuró sus críticas sobre la personalidad de Manuel Belgrano, Cabrera realizó una encendida apología del prócer, lo que le valió la consideración general.
Activo y entusiasta participó de la redacción del diario católico Los Principios y se hizo cargo de la asesoría del Círculo de Obreros Católicos.
Sin embargo, los vecinos de Córdoba, tanto los piadosos feligreses como los amigos de la cultura, lo incorporaron a la memoria colectiva desde su gestión parroquial de tres décadas en la Iglesia del Pilar, a partir de 1896.
El templo del Pilar había comenzado a construirse hacia 1738 con base en una donación de las hermanas Jacinta y Gregoria Sobradiel en aquel arrabal de la intersección de las actuales avenidas Olmos y Maipú. Las obras, luego de ser abandonadas, fueron completadas por el sargento mayor, don Fernando Fabro, quien tuvo la misión de extraditar a los jesuitas en 1767.
Fabro fue fundador asimismo de la Hermandad del Pilar, cofradía que tenía, entre otros objetivos, el de acompañar a bien morir a los condenados a la pena capital. En los aledaños de la primitiva capilla, luego convertida en la segunda parroquia de Córdoba, en1888,“se suministraba sepultura a los pobres y a los muertos en batalla”.
A lo largo de su prolongado período parroquial, monseñor Cabrera –título honorífico el de monseñor que se confiere a algunos sacerdotes por sus méritos particulares- cuidó con celo del órgano a viento de principios del siglo XIX, cobijado bajo un recinto recubierto con telas pintadas al óleo.
La figura del padre Cabrera era connatural con la fachada de ligero estilo barroco colonial de la iglesia, donde se destacaban a ambos lados de la entrada principal originaria, sendos esbozos de columnas jónicas a modo de detalle ornamental.
Mucho podemos decir de Pablo José Segundo Cabrera y lo intentaremos, pero mejor dejémonos conducir por la guía de un poeta, de un hijo de Córdoba: Arturo Capdevila, que en sus versos supo valorar el perfil espiritual e intelectual del sacerdote y humanista.
Cura muy ilustre había:
era el cura Pablo Cabrera.
De las plegarias pasaba
al encanto de las letras
que más cosas le decían,
seguro, cuanto más viejas.
En dos trazos, Capdevila define la personalidad de monseñor Cabrera, y más luego agrega, como para caracterizarlo mejor:
Le amó la Universidad,
fue monseñor de la Iglesia,
y los incas se alegraron
con su devoción de América,
que era varón muy cabal
ese monseñor Cabrera
Y al final dibuja esta estampa, cuando ya venerable pasaba su prestigio por las calles y recintos de Córdoba, le decía:
Ya muy cano andaba al fin,
y cenicientas las cejas,
marchitos los mansos ojos,
la cara cansada y yerma.
Tal vez en las tardes de quietud sea posible percibir su estampa, arqueado el gesto, como oteando la ciudad de sus amores. Es entonces cuando podemos detenernos un momento para hacerle caso a Capdevila en sus versos postreros:
Diga todo el que le nombre
(si es de noche, mire una estrella):
¡Agradecida memoria
para monseñor Cabrera!
Su vocación por la etnología aborigen y, por consecuencia, su interés por lo americanista nació en forma espontánea cuando, apremiado por algunas dolencias psicofísicas y casi con 40 años, se retiró un tiempo a las serranías y así pudo descubrir relictos óseos y petroglifos que le hablaban de una cultura más que primitiva, preexistente a la llegada de los europeos.
Luego, por muchos años, sus salidas a la campaña, en particular al valle de Punilla o las regiones de Cruz del Eje o La Candelaria, lo encontrarían, a a pie o a caballo, buscando las huellas de un pasado que lo apasionaba.
Su intelecto y su constancia lo impulsaron a producir y así fue dando a la imprenta estudios como Etnografía indígena argentina, Los aborígenes del país de Cuyo, Los lules, En el país de los juríes, Coronas incas (en colaboración con Enrique Martínez Paz), Estudios sobre etnología argentina, Araucanos en la Argentina, Gasta y Llacta en boca de los aborígenes y Córdoba del Tucumán, prehispánica y protohistórica, entre muchos otros trabajos de temática similar.
Habitual y consuetudinario consultante del Archivo de Tribunales, sin por ello relegar la visita a otros archivos de la ciudad e incluso de ciudades como Buenos Aires, La Rioja, Santa Fe y Tucumán, pudo documentarse exhaustivamente para escribir sobre asuntos relativos a la historia de Córdoba y también de otras provincias argentinas.
Su vínculo con la Universidad de Córdoba duró medio siglo, representándola incluso en el Congreso Científico Internacional realizado en Buenos Aires. La Casa de Trejo lo reconoció, designándolo doctor honoris causa y creando, después de su muerte, el Instituto de Estudios Americanistas, con base en sus libros, documentos y manuscritos.
A su empeño se debe la creación del Museo Histórico Provincial, con sede en la casa del marqués de Sobre Monte, en 1919, y de la Junta de Estudios Históricos en 1824.
Miembro titular de la Sociedad Americanista de París, el autor de las sabrosas Misceláneas y de Córdoba de la Nueva Andalucía, falleció en Córdoba el 29 de enero de 1936. Sus restos inicialmente fueron sepultados en la Iglesia Catedral, para luego, en 2013, ser trasladados al templo de Nuestra Señora del Pilar, al costado del cual tuvo su casa, con una valiosa colección de antigüedades, que en 1925 le adquirió el gobierno de Alvear, en tiempos de necesidades para el párroco.
Sumemos nuestra voz a la de Capdevila en la alabanza a monseñor Cabrera.
                                              Por  Carlos A. Ighina

 Abogado-Notario. 
Historiador urbano-costumbrista 
Premio Jerónimo Luis de Cabrera

(Wikipedia
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                                                            DE SU OBRA POÉTICA


VIRGEN del ROSARIO  de  RÍO BLANCO
y  PAYPAYA-
 
PATRONA DE JUJUY
SU VENERACIÓN DATA DESDE 1696

                                         HIMNO a NTRA. SEÑORA DEL ROSARIO 
                                                     de RÍO BLANCO y PAIPAYA.

                                                   
                                                           C O R O
                                                                                      
                                                          ¡Eres del hombre esperanza :
                                                    eres del Cielo, esplendor :
                                                    sonríenos dulce Madre
                                                   y abrásanos en tu amor!

 Del Paipaya a la margen, un día,
                                               una flor peregrina brotó,
que exhalando perfumes de Cielo
                                               la montaña y el valle impregnó.

Esa flor, eras tú, Rosa Mística,
                                                que dejando los cimas de Sión,
                                                a fijar descendías, piadosa,
                                                en Jujuy tu sagrada mansión.

       De este pueblo la hermosa epopeya,
 de tu amor es la historia también
 tú velastes, cual madre, a su cuna;
 fuiste siempre su amparo y sostén.

                                                  De baluartes y fosos circuye
                                               el hispano a la nueva ciudad;
                                               mas, ninguno su vida defiende,
cual la asiste tu inmensa bondad.

 Cuando el toba con saña bravía
la pretende en escombros trocar,
                                               poseído de espanto se aleja,
                                               en los aires tu ceño al mirar.

   ¿Quién acude jamás a tus plantas,
                                               en demanda de gracia y merced,
  sin que al punto sus ansías apague,
                                               como el ciervo en la linfa su sed?


Pbro. Dr. Pablo Cabrera Mercado


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NOTA SOBRE EL PUEBLO DE SUS PADRES Y ANTEPASADOS CABRERA.

VICHUQUÉN - CHILE

EL PUEBLO DE VICHUQUÉN Y SU LAGO

VICHUQUÉN EN EL AÑO 1930- SE DESTACA LA IGLESIA Y EL CASERÍO
A SU ALREDEDOR
Dos elementos contribuyeron a que Vichuquén nazca, adelantándose al proceso histórico
y a todos los pueblos de la zona. El primero fue la creación de la Parroquia erigida
en medio de la población de indios en los primeros tiempos de la colonización.
El otro fue la orden que dio el Corregidor del partido del Maule Francisco Antonio López y Sánchez
de que los indios se poblaran alrededor de la Parroquia. Eso ocurrió en 1771.



EN 2018 MANTIENE LA DISTRIBUCIÓN EDILICIA COMO ANTAÑO

LA ACCIÓN CONJUNTA DE LA PARROQUIA Y LA ORDEN DEL CORREGIDOR
DA NACIMIENTO A LA ALDEA DE VICHUQUÉN.
(Tenemos un ejemplo del buen resultado del entendimiento de la Iglesia y del Estado.)
Actualmente asistimos a los resultados de la impuesta separación de ambos, buscada por los
"dominadores del mundo";  la que una vez lograda ha sido reimpuesta usurpando el Vaticano
y convirtiendo a éste en una alianza para el mal.)  Entre paréntesis es mío

HOMENAJE AL ORIGEN Y FORMACIÓN DE VICHUQUÉN

EL CUAL SE DIO POR LA UNIÓN DE DOS RAZAS,
 UNIDAS POR LA EVANGELIZACIÓN













1 comentario:

  1. Buenos días, Delia! Le escribe Yanina. Quisiera consultarle si posee algún dato sobre una obra de arte que actualmente se conserva en el Museo Sobremonte, "San Esteban", un fresco pasado a lienzo. Agradezco cualquier referencia

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