Espera en La Estancita
La Estancita-[Río Ceballos]- Fr. Guillermo Buteler O.P.
DE SU NIÑEZ – La espera en “La
Estancita”
Manifestada
su vocación sacerdotal tenía que trasladarse a Córdoba para ingresar al
Seminario Conciliar de Loreto. Se organizó el viaje a lomo de mula en caravana,
único medio de traslado, acompañado por su señora madre Melitona. Luego de una
travesía de 25 días llegan a destino. Con la inquieta emoción del niño que
llega a la meta de su viaje y va a iniciar su vida en un medio que le era
desconocido, entró en Córdoba, procedente de San Juan, montando su mulita, compañera de viaje. Era a principios de 1869, tenía doce años de
edad.
A
pesar de tener dos tíos sacerdotes en la ciudad, hermanos de Melitona, Fray
Domingo Mercado y el P Eleuterio Mercado, no pudo ingresar de inmediato al
Seminario y tuvo que trasladarse a Río Ceballos, a la espera de una beca libre
en el Seminario. Fue conducido a La Estancita, estancia posesión de los padres domínicos, situada en Río Ceballos, que era administrada por su
tío Agustín Mercado, hermano de Melitona. En ese lugar serrano, en la vida de
campo se hizo de a caballo; se ejercitó en conocimientos indispensables al
hombre de campo; se ejercitó en algunas faenas y hasta aprendió a cantar
“tristes”. Durante la cosecha del trigo iba Pablito con los peones a llevar el
precioso grano a un molino (ya desparecido y que estaba en donde es hoy la
estación de Casa Grande) ahí debían entregarlo para la trituración. De la
primera harina los peones amasaban en las caronas sabrosas tortitas. (Los Principios-La Niñez de la semana)
Más tarde, en sus relatos Monseñor solía decir
“pasé como un guaso en contacto permanente con la naturaleza y directo con los
pobladores naturales del lugar; aprendí a pulsar la guitarra”; se descubrió una
buena voz para el canto, acompañándose con ella; a conocer y aprender las
faenas del campo; “todo este aprendizaje me fue muy útil más adelante para las
interpretaciones más justas del folklore e investigaciones históricas y lingüísticas que me tocó
realizar”. Leía mucha poesía gauchesca, y no me separaba del Martín Fierro.
Escribí uno larguísimo, y estando en Calamuchita me lo rabaron de debajo de la
almohada, alguien, sin duda, que se había escandalizado” (El Pueblo-B.A. 16.7.1933).
Hay que resaltar que era nada más que un niño, que entre
los 12 y 13 años buscaba aprender y amar su tierra; raro que a esa edad lean, comprendan
el Martín Fierro. Esta recreación sería su primera obra literaria. Quizá yazga
la misma en alguna casa, heredada de aquél que la robó.
Llegó la hora de ingresar al Seminario. Había
ya una beca libre. El que la dejaba era Amado J. Ceballos, quien se fue al
Uruguay a cursar el profesorado, entrando en las filas coloradas. Escribió con
el seudónimo Ashaverus, que significa “el judío errante”. En el tiempo que
medió todavía para su entrada al Seminario, Pablito se hospedó en la vieja Casa de Ejercicios, en la primera
cuadra de la calle 9 de julio, donde es hoy (1929) uno de los edificios de
Bartolo Minetti, siendo los ocupantes de la casa, cuatro personas: doña María
Cáceres viuda de un maestro Cabrera, una señorita de apellido Cáceres y la
sirvienta de aquellas, nombrada Silvestre. Ahí vivió en familia varios meses el
futuro insigne historiador y corresponde señalar lo que parece un designio
providencial, Pablo Cabrera ingresó poco después al Seminario; aquella viuda de
Cabrera se incorporó entre las fundadoras de la benemérita orden de las
Esclavas que fue fundada en ese decenio; Silvestra se agregó al servicio de la
Casa Fundadora del pueblo General Paz y la señorita Cáceres ingresó en las
Hermanas de Caridad de Nuestra Señora del Huerto, haciendo el Noviciado en
Montevideo.
Lleno
de ánimo y entusiasmo Pablito inició su carrera y fue el seminarista digno del
sacerdote que sería luego.
Dirigía
el Instituto el futuro jefe de la Iglesia argentina, como Arzobispo de Buenos
Aires, monseñor Uladislao Castellano (Los
Principios 1933).
Carona: Pieza
de suela o cuero que se coloca entre la jerga y la silla de montar. Jerga:
Chil- Arg. pieza de lana o algodón que se pone en el recado de montar.
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