viernes, 29 de enero de 2016

ANIVERSARIO DE SU MUERTE






El 29 de enero de 1936
 A Pablo Cabrera Dios le eligió el día de su Patrono, para llevárselo. Considerado Co-fundador de los Salesianos en Córdoba; a los cuales estuvo constantemente unido; había ejecutado, al piano, todas las músicas escritas por éstos.


SAN FRANCISCO DE  SALES- Obispo; Confesor; Doctor.
Patrono de los periodistas y publicistas católicos.



Arenga  intimando a elegir el camino ancho o el estrecho. Mendoza  -  l883, recién ordenado sacerdote, 26 años. Desde niño sabía que entrando al Seminario le esperaba la lucha, la senda difícil. No desfalleció nunca.

Los últimos momentos de Monseñor Pablo Cabrera. Estuvo internado. Se lo trasladó a su domicilio en Félix Frías 134-.Bº Gral Paz, donde terminó sus días.

El exceso de trabajo para dar fin a su libro"Introducción
a la "Historia Eclesíastica del Tucumán", publicada a comienzos de 1935; dedicada a reivindicar al Obispo Victoria de las falsas aseveraciones vertidas por coetáneos y ulteriores publicistas.





Los Revds. P-Julián Hurley IJ y el P. Alfonso Buteler (capellán de las Esclavas) acompañaron continuamente a Cabrera durante sus últimos días. Familiares, amigos y médicos no se apartaron de su lado. Recibió los Últimos Sagrados Sacramentos .Sostenía un Crucifijo entre sus manos.


Mons. Cabrera eligió el sitio donde se velaría su cuerpo. Lo manifestó en varias oportunidades a sus familiares.



   
                                                       

Capilla de las Esclavas del Corazón de Jesús-Bº Gral Paz.
                                                                           
                                                                          
Diario Los Principios 30 de enero de 1936

                                                                                   
                                                                             
                                                                       

                                                                             
Capilla Ardiente
               
…. La 9,30 horas estando la capilla y el atrio completamente ocupado por el público, el reverendo padre Julián Hurley, superior de la Compañía de Jesús, celebró el Santo Sacrifico de la Misa. Después de la comunión del oficiante, familiares y amigos de monseñor Cabrera se acercaron a recibir la sagrada comunión.
  Durante la misa se ejecutaron al órgano tocantes piezas de música religiosa que aumentaban la emoción y solemnidad de la significativa ceremonia.
  Terminado el oficio, el capellán de las Hermanas Esclavas, presbítero doctor Alfonso Buteler, revestido de capa pluvial, cantó un responso ante el catafalco iluminado. Un grupo de cantores interpretó en ese momento el “Dies irae”, himno que la liturgia de la iglesia ha establecido para tan solemnes circunstancias.

EL CORTEJO FÚNEBRE

 Sacerdotes y amigos de monseñor Cabrera condujeron su féretro al carruaje luego que hubo terminado el responso, e inmediatamente después la concurrencia ocupó los vehículos.

                                                     


El carruaje escoltado por un piquete del  Escuadrón de seguridad, vestido de gala, desde la Capilla hasta el Cementerio, donde los recibió un piquete de bomberos y la Banda Provincial



                                                                     
 A la derecha el Dr. Enrqiue Martínez Paz despidiendo al Sacerdote, delante de la Bóveda de la Hermandad de San Pedro en donde fueron depositados sus restos.
                                                                             
                                                                                           

                                                                           
Impresionante multitud asistió al sepelio; durante el recorrido le daban su adiós, desde las ventanas o puertas de sus viviendas, el pueblo cordobés.



ORADORES
1º- Sr. Luciano Alvariños de la Sociedad de Fomento Urbano del Cuadrante Nor-este (fundada por Cabrera);                       2º -el P. C. Vera Vallejo por la Iglesia y el Clero y 3º- el Dr. Enrique Matínez Paz por la Universidad y la Junta de Historia y Numismática.

                                                                                         
30 enero 1936 - Pbro. Vera Vallejo ante la tumba: "Le cupo formar la vanguardia de los
 clérigos de su tiempo"
                                                         DISCURSO del PRESBÍTERO CARLOS VERA VALLEJO
                                                         La Iglesia de Córdoba y su clero no pueden guardar silencio ante el nuevo claro que se abre entre las filas de sus presbíteros, y sobre el féretro de quien lo fuera no sólo por el carácter sacerdotal de sus manos ungidas, sino también por el prestigio de la sabiduría y de la virtud, más que por la nieve de los años que cayera sobre su frente.
  En nombre de esa iglesia y de ese clero tengo el honroso encargo de despedirlo ante esta puerta de la última morada, donde viene a descansar junto a sus hermanos en el sacerdocio, con quienes convivió los lejanos días de la juventud, el retiro del Seminario, el ajetreo de las aulas, las vigilias sobre los libros, la solemnidad de las clásicas pruebas en la Casa de Trejo y la ansiosa expectación de su sacerdocio, para llegar con ellos a la dicha de la fracción del pan y de la participación de un mismo cáliz en la mesa eucarística del altar.
  Como ellos pudo repetir con verdad el verso del Salmista: llegaré hasta el altar de Dios y me acercaré al Señor que alegra mi juventud. Y satisfecho ese anhelo de su alma, que alumbró con crepúsculo de aurora los días de su juventud, al lado de estos hermanos que le precedieron y de los quedan aún sobre la mies, trabajó en la viña del Padre de familia desde la hora de prima con todo el entusiasmo de los obreros noveles, con todo el optimismo y la generosidad de los que han hecho  de la gloria de Dios un ideal para su vida.  En la cátedra sagrada, en la prensa y en el libro hizo como soldado de la sagrada milicia sus primeras armas y combatió con todo el fervor de los apóstoles los combates de la fe y las grandes batallas por la causa de Dios y de su iglesia que le tocó afrontar en los largos años de su vida.
  Le cupo así formar la vanguardia de los clérigos de su tiempo en los días aciagos de los primeros ataques del laicismo y de la irreligión a las instituciones cristianas de su patria; formó entonces en las primeras filas y estuvo sobre la brecha con las nuevas armas que fue preciso esgrimir de acuerdo a las modalidades de la época, el diario, la revista, la conferencia y el libro; y cuando los primeros avances del socialismo en la Metrópoli hicieron sentir la necesidad de una acción económica social sobre las clases trabajadoras de la República que desde Buenos Aires iniciara el padre Grote con los llamados Círculos de Obreros, el doctor Cabrera fue en Córdoba el primer sacerdote que respondió al llamado y descendió a la arena de la nueva táctica contra los enemigos de la fe y del bienestar de su pueblo, fundando y siendo en esta ciudad el primer director de su Círculo de Obreros.
  Y aunque las aptitudes de su mentalidad y las aficiones de su espíritu lo llevaron después por los caminos menos frecuentados y no menos difíciles de las investigaciones históricas y de las disciplinas artísticas, el doctor Cabrera, desde el aislado castillo de sus moradas donde había fijado su puesto de observación y el taller de sus creaciones, no olvidó nunca que en la llanura abierta y en la arena de la  polémica y de la acción social a donde era forzoso bajar  y siguiendo las orientaciones del gran León XIII y del inmortal Pío X que quiso instaurar todas las cosas en Cristo, trabajaban a sol y sombra sus hermanos en el sacerdocio y en la fe, los sacerdotes y los laicos; y de ellos estuvo en todo momento muy cerca, tan cerca que con ellos y por ellos parecían renovarse hasta sus últimos días los entusiasmos y los bríos de la juventud.
   Así se lo vio participar en espíritu y verdad de los trabajos y del optimismo de sus hermanos cuando sucesivamente se fundaron en la República para defensa de nuestros ideales la Unión Católica, la Liga Social, la Unión Popular y finalmente en nuestros días la Acción Católica Argentina a la cual consagró todo su aplauso y todas sus simpatías.
  Si sus aptitudes oratorias lo llevaron a la cátedra sagrada donde fue apologista de la verdad, paladín de la fe, panegirista de la virtud de nuestros santos y del patriotismo de nuestros héroes, obtuvo en ella verdaderos triunfos de la elocuencia que lo consagraron el orador clásico de nuestras grandes efemérides y lo llevaron como representante del clero argentino al lado del ilustre obispo Jara a predicar la paz junto al Cristo de los Andes cuando el  bronce de su imagen redentora fue a trazar la línea divisoria en el territorio de dos pueblos y a unir en un solo abrazo el alma de dos naciones.
  Si sus aficiones literarias y su espíritu de investigador lo atrajeron por los senderos menos trillados aún de las inquisiciones históricas, el doctor Cabrera apareció como un nuevo descubridor sobre el campo inexplorado de la historia de América en esta parte sud del continente. Su afición a lo desconocido y su constancia lo llevaron a navegar por todos los mares ignotos, a desafiar todos los escollos y a abordar en todos los puertos; la étnica y la lingüística; la iconografía y el arte; la hagiografía; la crónica colonial y el archivo de nuestra historia nacional nada le fue ajeno en los dominios de lo que podríamos llamar el pasado heroico de nuestras tierras.
  Parece que la Divina Providencia lo hubiera dotado de aficiones y de aptitudes desconocidas en nuestro ambiente, cual si plasmara y cincelara en él la personalidad de un nuevo descubridor, el Cristóbal Colón, permitidme la expresión, que tras el ensueño de un mundo desconocido y reputado por los demás una quimera, en la noche de la ignorancia y del olvido desde el castillo de su nave diera el grito de ¡tierra! ¡tierra!...
  Era la tierra heroica de nuestros padres que él descubriera y sacara de las sombras a la luz; la tierra legendaria de los Incas, conquistada con la sangre y las instituciones de un pueblo tan grande como la raza hispana y reconquistada de nuevo para la libertad y para el porvenir del mundo por la valentía y el heroísmo de sus hijos; era la tierra del Paraguay, del antiguo Tucumán y del Río de la Plata que el doctor Cabrera fue amojonando y delineando en sus escritos para trazarnos el itinerario de los bravos conquistadores y las huellas de los primeros misioneros; para señalarnos el lugar y la época del primer altar levantado por un fraile mercedario hace cuatro siglos en las selvas perfumadas de Jujuy; para seguirlo al franciscano Bolaños y a San Francisco Solano en sus correrías de apóstoles por los ríos del Paraguay y a lo largo del antiguo Tucumán; para presenciar con don Jerónimo Luis de Cabrera en la margen derecha del Suquía la fundación de esta Córdoba de la nueva Andalucía y hacernos asistir después a todos al desenvolvimiento de su vida religiosa, política y cultural. Pudo así señalarnos el abolengo de sus pobladores y delinearnos el trazado de sus solares; contarnos las leyendas de sus hijos, las reyertas de sus cabildeos y los conflictos de sus gobernadores y de sus ilustres obispos; y destacarnos especialmente desde su origen toda la crónica y la tradición de gloria que significan la fundación y la historia cultural de ese foco de luz, alzado sobre las tinieblas de la barbarie y del coloniaje, que se llamó la Casa de Trejo. EL doctor Cabrera, su ilustre alumno y doctor Honoris Causa, el último clérigo de Córdoba que pasó  por sus aulas cerrando la serie de los ilustres graduados de su tiempo, se había como identificado con ella, y si en el campo de los archivos y de la crónica colonial nada le era desconocido, en los dominios de la historia universitaria de Córdoba que es como decir en el núcleo central de la colonia y de la historia patria, llegó a ser una verdadera autoridad reconocida más allá de los confines de la República por los más altos exponentes de la cultura americana.
  El arte indígena y el arte colonial fue una de las más caras predilecciones de su espíritu y cuando nadie tenía entre nosotros el menor aprecio por los tesoros y las reliquias que en iglesias, conventos y casas coloniales salvaran a la ola destructora del caudillaje o de la ignorancia, su exquisita curiosidad y su afán de coleccionista inteligente recogieron con amor como en un arca de Noé todos esos tesoros para salvarlos a la destrucción o a la codicia del extranjero y logró por fin despertar en este medio provinciano y especialmente en nuestro clero el aprecio ilustrado y la guardia fiel de esos tesoros del pasado y del arte.
Pero señores: yo no he venido a trazar su biografía ni a enumerar los méritos de este sacerdote ilustre ante la iglesia y la cultura nacional; es obra que no cabe en estos momentos y superior a mi admiración y a mi cariño por su personalidad digna del mejor elogio; yo tengo solamente el encaro de explicaros en este momento solemne donde no cabe la hipérbole ni el hallazgo, porqué el clero de Córdoba contrariamente a sus prácticas de mesura y de silencio, toma parte tan principal en este duelo y no ha podido callar en la despedida de este hermano nuestro.
  Hace tres años con el aplauso y el auspicio de toda la sociedad de Córdoba en sus más altos valores y en todas sus clases sociales lo acompañaron entusiastas en la celebración de sus bodas de oro sacerdotales en que él, saliendo de sus hábitos y de sus modalidades de sencillez y de retiro pareció transfigurarse con la gloria de su Tabor.
  “Bonum est nos hic esse” Que bien se está aquí, nos decía; era la fruición de cincuenta años de trabajo y de apostolado, de cosechas espirituales y de abnegación, de sacrificios del corazón y de sacrificios eucarísticos en el altar.
  “Sacerdos alter Christus”, el sacerdote es otro Cristo: era la frase que no se caía de sus labios radiantes de gozo en aquellos días…; vino después la gloria del magno Congreso Eucarístico que le fue dado saborear y saturarse de ella como de un antesala del Paraíso. Ahora, a entonar el Nunc dimittis, le oí repetir entusiasmado y fuera de sí como el anciano Simeón después de haber visto con sus ojos ya casi muertos la dicha envidiable de su patria y la gloria de su Señor.
  ¿Qué le restaba ver ni escudriñar sobre la tierra?  Nada señores…
  Y porque el sacerdote es otro Cristo aquí lo traemos sus hermanos para dejarlo humildemente en la obscuridad de este sepulcro, donde la iglesia que es madre llora como María la momentánea separación de su hijo, y donde su cuerpo a la sombra de la Cruz esperará la aurora de la resurrección que habrá de brillar un día sobre su frente, mientras su alma, nosotros lo esperamos, habrá entrado ya o entrará bien pronto a las eterna Bodas del Cordero y al abrazo de su Señor.
  Es el mismo que hace más de cincuenta años alegraba los días de su juventud. “Ad Deum qui laetificat juventutem meam”.
  Que él dé nueva luz a sus ojos apagados y que continúe alumbrando sus caminos por los siglos de los siglos. Requiem aeternam dona et Domine, et lux perpetua luceat


                                                                                       
Comenzó su labor salesiana en 1899, aprovechando la ida de su tío Eleuterio Mercado al Congreso Plenario Latino Americano en Roma, para iniciar las gestiones ante el Superior Gral. Don Rúa, para traer los salesianos a Córdoba.La Orden llega en 1905, su Director el P. Gherra. En este año se funda el Colegio Pío X y la primera Capilla del Colegio el 23 abril 1905, bendecida por Mons. Cabrera. ¡Qué bien merecieron de los niños pobres y abandadonados de esta ciudad!
                                “Monseñor PABLO CABRERA, PADRE DE LA OBRA SALESIANA EN CÓRDOBA
Por B.C.H.                                             Los Principios, 7 de  febrero de 1936

  Los Salesianos creíamos que no debía morir… Cuando lo veíamos joven, a pesar de la carga de los años, celebrar nuestras alegrías, cuando oyendo la charanga de nuestros niños, entusiasmado exclamaba “yo también fuí clarín”; cuando conmovido por las manifestaciones de nuestra gratitud no podía detener la lengua, tarda ya por los achaques, y como otrora derramaba  a borbotones su elocuencia para decirnos todo el calor de su afecto sentido… cuando lo contemplábamos así creíamos que su figura patriarcal debía seguir escoltándonos en nuestro camino, sosteniéndonos en los días de la tribulación, alegrándonos en los de nuestro regocijo.
  Empero escrito está: “Las jornadas del hombre esfúmanse como sombras y sécanse como flor del heno” (Ps.101)
  ¡Por eso cayó también este árbol añoso bajo el peso de los propios frutos. ¡Por eso, también monseñor Cabrera ha muerto!
  La obra salesiana no puede silenciar su afecto y gratitud a este sacerdote benemérito. No queremos aquí ponderar las esclarecidas dotes de su ingenio no común, los méritos adquiridos ante la historia y las letras patrias, ni siquiera los laureles abundosos cosechados entre las almas en una larga y fecunda labor parroquial. Lloramos la orfandad de los salesianos, porque se les ha muerto un padre. Un padre, este es el único título que le cuadra a Monseñor Cabrera en sus relaciones con la obra salesiana de Córdoba. Título adquirido en treinta y seis años de paternidad, que fueron otros tantos años de cuidados y desvelos, desde la gestación de nuestra obra, penosa y lenta como todas las gestaciones, hasta el momento actual.
  Hace apenas un lustro, decíamos al dar a luz las “memorias del Colegio Pío X”, refiriéndonos a monseñor Cabrera: “Nos  es difícil  hablar de él, porque sabemos que vamos a herir la modestia de este hombre, de este sabio, de este sacerdote integérrimo que tiene ganados por el esfuerzo propio los títulos a la gratitud de todo el pueblo argentino.
  Hoy ya no tememos ofender tu humildad, hoy ya no llegan a ti las alabanzas de los hombres, porque tus oídos se han abierto ya a las resonancias sin falsía de la Voz  Divina; por esto aquí públicamente, no tememos atribuirte a ti, en máxima parte, cuanto bien se ha podido hacer en treinta años de labor incansable: por eso no tememos atribuirte a ti el mérito de cuanto bien se pueda hacer en el ambiente cordobés, mientras la diestra misericordiosa de Dios sostenga nuestra obra en la docta ciudad
  Comenzó la labor salesiana de monseñor Cabrera en el año 1899, cuando aprovechando la ida de Monseñor Toro y de su propio tío el canónigo Eleuterio Mercado, al Concilio Plenario Latino Americano, en Roma, inicia sus gestiones para traer a los salesianos a Córdoba, ante el Superior General don Rúa.
  Desde entonces hasta 1905, año de la fundación del Colegio Pío X: ¡cuántos trabajos preparatorios para desbrozar de dificultades el terreno, para conseguir medios, para asegurar vida a la futura criatura! ¡Cuánto calor de afecto en Mons. Cabrera y aquel núcleo benemérito de primeros cooperadores! ¡Qué bien merecieron de los niños pobres y abandonados de esta ciudad!
  El 27 de octubre de 1903, en uno de los salones del Hotel San Martín, acepta la dirección del Comité de Cooperadores Salesianos y desde entonces lo dirige con entusiasmo y sacrificio hasta las proximidades de la muerte.
  Y cuando en 1905 llegan finalmente  a Córdoba los salesianos, la histórica ciudad, los recibe cordialmente en la estrechura de un abrazo dado por monseñor Cabrera al primer director, el padre Gherra.
  Y luego: treinta años de vida de nuestra obra han sido ¡treinta años de cariño desvelador de monseñor Cabrera!
  Que lo diga sinó la iglesia del Pilar, que fue la primera iglesia salesiana de esta ciudad, donde en 1906 iniciara su vida sacerdotal el primer salesiano consagrado en Córdoba, el padre Tantardini. Que lo diga la primera Capilla del Colegio Pío X, bendecida por monseñor Cabrera, el 23 de abril de 1905.
  Que lo digan los innumerables discursos a favor de nuestra obra; que lo digan sus óbolos generosos; que lo diga su propaganda personal; sus palabras de aliento y de consejo.
  Pero, ¿para qué continuar? ¡Si toda nuestra vida ha sido su vida! ¡Sino se halla una sola página de nuestras crónicas sin que figure en ellas monseñor Cabrera, dispensándonos sus beneficios!
  Y luego, a los 25 años de fundada, cuando nuestra obra ya se había consolidado, cuando monseñor Cabrera podía haberse creído dispensado de prestarle su ayuda, porque la amaba y la amaba de verdad, anciano ya y achacoso, conservó para ella las finezas de sus bondades y los riquísimos veneros de su cariño.
  A los 25 años del histórico abrazo de recepción el corazón de Mons. Cabrera conservaba todas las energías de afecto de sus años jóvenes para la Congregación, que le llevaban a sellar con un nuevo abrazo al padre Gherra, en 1930, la etapa nueva que comenzaba nuestra obra.
  Un abrazo al iniciar, un abrazo al fin. He ahí la síntesis de la actuación salesiana de Mons. Cabrera: ¡la fineza, la estrechura de un abrazo!
  Padre querido: hoy mientras rezamos sobre tus despojos venerables te devolvemos ese abrazo.
  Hoy, como el 25 de mayo de 1908 al celebrar tus bodas de plata sacerdotales, hoy como en todos los momentos gratos o angustiosos de tu  vida, están junto a ti tus niños, tus salesianos, con ansías de demostrarte que el afecto que en ellos depositastes no fue estéril, que engendró otros muchos afectos.
  No te lloramos como los que no tienen esperanza. La muerte no es para nosotros un abismo que nos separa, es más bien un puente que nos une, porque como ha sido escrito con razón, muchas cosas distancian a las almas aquí abajo; en cambio las que viven en la luz única, que tú ya gozas, están realmente cercanas a las nuestras, nos conocen y nos penetran como no es posible hacerlo sobre la tierra, donde la parte mejor y más sincera de nosotros mismos queda sepultada siempre en las intimidades de nuestro espíritu.
  Por eso, porque creemos y porque esperamos, no te hacemos el augurio pagano:”Terra tibi levis” sino rezamos el cristiano grito augural: “In tuo adventu suscipiant te Martyres et perducant te in civitatem sanctam Jerusalem”
 “ Que te conduzcan los ángeles al Paraíso, que te reciban los mártires y te introduzcan en la celestial Jerusalén.”
  Para que así sea, te acompañan las preces de los doce mil salesianos de la Congregación, para que así sea rezan por ti tus salesianos y tus niños de Córdoba.                          


Asistieron al sepelio numerosas autoridades.


El Gobernador de la provincia Dr. Pedro Frías, sus ministros de gobierno y de hacienda, superiores de distintas entidades del estado y privadas; del clero, el deán de la Metropolitana; diputados; el Cónsul de España, profesores y empleados de la Universidad. etc.

































FALLECIÓ en CÓRDOBA MONSEÑOR PABLO CABRERA
El Pueblo, 30 de Enero de 1936

  A la edad de 79 años ha dejado de existir en la ciudad de Córdoba el ilustre sacerdote argentino, gran hombre de estudio y celoso historiador, Monseñor Cabrera. La iglesia argentina pierde con este meritorio y virtuoso sacerdote a uno de sus  miembros más preclaros, que supo formarse una robusta personalidad que sobrepasó las fronteras de la patria para llevar su fama a otros países.
  Monseñor Pablo Cabrera nació en San Juan el 12 de Septiembre de 1857. El 10 de mayo de 1870 ingresó en el Seminario Conciliar de Loreto, en Córdoba. Fue ordenado sacerdote en 1883 en la ciudad de Mendoza donde celebró también su Primera Misa. Vuelto a Córdoba se le nombró Capellán  de las Hermanas Esclavas, en 1884. El 15 de diciembre de 1895 su Obispo, Monseñor Toro, le designó Cura Rector del Pilar.
  Vacante la sede de Cuyo se le ofreció el báculo pastoral del mismo, declinándolo en forma terminante.
  Entre el gran número de títulos y cargos que Mons. Cabrera ha ocupado y desempeñaba en la actualidad figuran los siguientes:
 “Canónigo Honorario de la Catedral de Córdoba”; Miembro del Instituto Geográfico Argentino; Secretario de la Asamblea de Obispos, realizada en Salta, en el año1902; Socio de la Junta de Historia y Numismática de Buenos Aires; Presidente de la filial de Córdoba, de la misma; Miembro de la Academia Nacional de Ciencias de esta ciudad; Director del Museo Colonial; Caballero de la Real Orden de Isabel la Católica; Doctor Honoris Causa de la Universidad de Córdoba; Miembro de la Convención Reformadora de la Constitución de la Provincia de Córdoba, año   1912. Director de la Sección Manuscritos de la Universidad de Córdoba; Delegado en Representación de la Casa de Trejo al Congreso Científico Panamericano, que se verificó en la Capital Federal en el año 1910; Profesor del Seminario de Nuestra Señora de Loreto, durante varios años; Delegado del Gobierno de la Provincia al XI Congreso de Historia y Geografía del año 1927; Socio Honorario de la Sección Ibero-Americana con sede en Hamburgo; Formó parte de la Comisión encargada de allegar informaciones en la cuestión de límites entre las provincias de Córdoba y Santiago del Estero; Miembro de la Sociedad de los Americanistas de París (Société des Americanistes); Representante de la Universidad de Córdoba en el Congreso Internacional de Americanistas reunido en La Plata, año 1932.    (faltan)
  La obra histórica del ilustre sacerdote está contenida en la siguiente abundante bibliografía: (sigue lista de obras)………
Ensayos sobre etnología argentina Primera Serie :--------------- Segunda Serie -----etc.
  Cuando en 1933 cumplió Monseñor sus Bodas de Oro sacerdotales se le tributó en Córdoba un gran homenaje en el que se pusieron de relieve el gran afecto y las hondas simpatías de que gozaba, no sólo entre los fieles sino también en las altas esferas católicas, sociales, políticas e intelectuales.
  Considerando la gran importancia de sus obras, en el año 1934 el Congreso de la Nación acordó imprimirlas por cuenta del Estado, gesto que evidencia el valor de las mismas y el aporte que significaban para el acervo histórico nacional.
  Sacerdote virtuoso, dado por entero a su labor sacerdotal y al estudio, que constituyó la pasión de todas sus horas, al fallecer deja Monseñor Cabrera dos sendas bien cubiertas de virtud y de ciencia, que son dos hermosas sendas de admiración y estímulo.
  El Pueblo que lo contó en la fila de sus colaboradores y entusiastas amigos únese al duelo nacional provocado por la muerte de este virtuoso sacerdote, que honró a la Iglesia y a su Patria, con la labor ministerial y con sus esfuerzos para mantener vivo el fuego de las antiguas tradiciones.
 El Pueblo 30.1.1936 p.7 Hay foto
No figura en Furlong.

MONSEÑOR  PABLO CABRERA
Revista Eclesiástica del Arzobispado de Buenos Aires
EFEMÉRIDES – Año 1936

Enero 29. Fallece en la ciudad de Córdoba Mons. Pablo Cabrera. Nació en la provincia de San Juan. Estudió en el Seminario de Córdoba, en cuya Universidad se doctoró en S. Teología el 11 de Mayo de 1883. Fue Párroco de la iglesia del Pilar hasta 1929. Se reveló un gran orador en la Catedral de esta ciudad a raíz de la firma de los pactos de Chile, y más tarde al inaugurarse la estatua de Cristo Redentor en la cordillera. Y merced a su propio esfuerzo llegó a ser un arqueólogo, lingüista e historiador de fuste, que le merecieron el título de Doctor “honoris causa” de la Universidad de Córdoba, no hace aún diez años. El gobierno de Córdoba le nombró Director del Museo de esa provincia. Y había sido designado miembro del Instituto Geográfico Argentino, titular de la Academia Nacional de Ciencias y socio correspondiente de la Junta de Historia y Numismática Americana.
  Innumerables son los trabajos que ha publicado de historia, etnología y filología americana. Mencionamos el último, “Introducción a la historia eclesiástica del Tucumán 1539-1590”, que ha de prestar inestimables servicios a los historiógrafos. Revista Eclesiástica, que se vio honrada en varias oportunidades con valiosos artículos del extinto, pide a todos sus lectores una plegaria por el eminente sacerdote argentino que fue Mons. Cabrera.

MONSEÑOR PABLO CABRERA
SU FALLECIMIENTO
LA NACIÓN – 30 de Enero de 1936

  Monseñor Pablo Cabrera acaba de extinguirse a los 79 años de edad, en la ciudad de Córdoba, donde tanto estudió y trabajó, no solo dentro de su sagrado ministerio, sino también componiendo una vasta y profunda obra de historia argentina y americana. Era ya para la Iglesia y la cultura argentina una venerable reliquia. Aunque nacido en  San Juan habíase arraigado en la ciudad mediterránea, donde pasó la mayor parte de su vida, y cuya ilustre Universidad, haciendo justicia a sus grandes merecimientos intelectuales, le otorgó hace cerca de 10 años el título de “doctor honoris causa”. En esa oportunidad Monseñor Cabrera recibió un homenaje inolvidable, en el curso del cual se exaltaron dignamente sus grandes virtudes morales y su consagración fecunda a las tareas del espíritu. En efecto, desde que surgió en la escena intelectual del país, pronunciando en la Catedral de Buenos Aires, grandioso sermón para celebrar la fraternidad americana a raíz de la firma de los Pactos con Chile, actitud que reproduciría luego con igual elocuencia al inaugurarse la estatua del Cristo Redentor en la Cordillera,, el ilustre prelado no descansó un solo día en su labor patriótica y humanitaria, en sus menesteres eclesiásticos y en sus eruditos trabajos de sabio e investigador. Debido exclusivamente a sus esfuerzos de autodidacta, se constituyó en arqueólogo y lingüista e historiador de fuste.
  Conoció minuciosamente  las existencias de los archivos, y esclareció así muchos puntos oscuros de nuestros orígenes con su visión sagaz de los problemas históricos y su severa disciplina para el estudio de los documentos. Se le debe así una copiosísima lista de preciosas monografías, ensayos biográficos y exégesis luminosas que serán siempre material indispensable y utilísimo en la reconstrucción de nuestro pasado continental.
  En cuanto a la lingüística americana, Monseñor Cabrera alcanzó conocimientos profundos aplicando el método toponímico que había concebido por sí mismo y que le granjeó tan profundos resultados en su paciente y formidable labor. No cabe aquí,  naturalmente, un juicio acabado acerca de esta faz de la actividad intelectual de Monseñor Cabrera. Sólo cumple decir que ella ha sido apreciada debidamente por autoridades indiscutibles; para citar únicamente a dos personalidades vinculadas a nuestra cultura, recordaremos a Groussac, a propósito de un trabajo de esta índole exclamaba con satisfacción: ¡Qué interesantes resultan siempre los que hablan de lo que saben!”; y que el sabio Eric Borman, cuya competencia es superfluo señalar, decía en cierta ocasión al Padre Cabrera: ”El documento publicado por usted es simplemente sensacional y constituye la más importante contribución moderna a la historia tan escasa del idioma cacán!. .Sus magistrales comentarios y notas , dilucidan de una manera perfecta los datos del documento y dan una idea precisa de la ubicación de los Capayanes y de su origen de Vinchina.  
  Entre la extensa bibliografía del Padre Cabrera podemos recordar los siguientes títulos: “Cultura y Beneficencia durante la Colonia”; “Universitarios de Córdoba y el Congreso de Tucumán”; “Coronas Líricas del poeta Luis José de Tejeda”; “Estudios históricos y geográficos del Tucumán”; En cuanto al aspecto etnográfico y lingüístico, cumple citar principalmente “Córdoba de la Nueva Andalucía”; “Los Lules”; “Datos sobre etnografía diaguita”; “Los Aborígenes del país de Cuyo”; “Etnografía rioplatense”; “Algunos aspectos de la familia charrúa”; y “Onomástica antigua del Tucumán.”
  Estas y otras obras habían dado a monseñor Cabrera el sólido prestigio deque disfrutaba entre los entendidos y que, entre otras cosas, tuvo como consecuencia su nombramiento de director del Museo de Córdoba y sus designaciones como miembro del Instituto Geográfico Argentino, titular de la Academia Nacional de Ciencias y Socio correspondiente de la Junta de Historia y Numismática Americana.
  No obstante esa pasmosa erudición y ese dominio minucioso de las fuentes, la obra histórica del eminente sacerdote no se hacía abstrusa ni pesada, no porque él la recubriera con amenidades u ornamentos de estilo inadecuados y hasta indignos de tales disciplinas, sino porque en conjunto, como dijera en cierta oportunidad su crítico, el doctor Martinez Paz, concebía la historia como obra de creación, aunando a la más inflexible justeza  crítica, una gran riqueza de imaginación, visible en la manera de descubrir en los fenómenos, ocultas correspondencia y de infundir el movimiento de la vida a sus metódicas reconstrucciones.
  Ese amor sincero y ferviente por la  historia americana había llevado a monseñor Cabrera a ser también un coleccionista de valiosos documentos etnográficos. Su casa era un museo admirable, enriquecido de continuo por las adquisiciones de este sutil conocedor. Entre esas obras de arte primitivo, entre tantos objetos cuyo conjunto constituía una incomparable ilustración de sus obras escritas, ha vivido este incansable evocador de un pasado lejano y obscuro, enriqueciendo la ciencia americana con aportaciones inestimables y dando el ejemplo perdurable de una vida consagrada a la Religión, a la Patria y a la Verdadera Sabiduría 

Monseñor  PABLO CABRERA – SU FALLECIMIENTO
La Prensa,  jueves 30 de Enero de 1936
En la ciudad de Córdoba luego de una larga enfermedad se extinguió ayer la vida de Monseñor Pablo Cabrera
Información recibida de nuestra sucursal de Córdoba nos hace saber que a las cuatro de la madrugada de ayer falleció en dicha ciudad Monseñor Pablo Cabrera, quien como informamos en anterior edición, se hallaba enfermo desde hace meses.
  Desaparece Mons. Pablo Cabrera a la edad de 79 años vividos ejemplarmente, ya en el culto de la iglesia a que perteneció, ya en la investigación histórica, que constituyó la otra pasión de su vida. Hace poco más de dos años que estuvo por última vez en Buenos Aires, a donde vino con motivo de un Congreso de Historia reunido en la ciudad de La Plata. Visitó nuestra casa. Era un respetable anciano, de frente pensadora y cabellos blancos en dispersión. Sus ojos, cansados, más que por los años por el estudio, que entornábanse al contacto con la luz o por acción de su sonrisa afable que le era tan personal. Aquel hombre sencillo, sacerdote y sabio era un exponente en las esferas intelectuales del país, y lo rodeaba esa aureola de respeto que crean de consuno la cultura y la ética como expresión de superiores formas de vida.
  Parecía un monje de otra época: uno de aquellos benedictinos que dejaban los ornamentos del oficio religioso para sumergirse en archivos y bibliotecas, a revolver y descifrar papeles amarillentos con el fin de desentrañar la verdad sobre el pasado de un pueblo. Muy grandes son los servicios que el historiógrafo prestara al país en este ramo de la especialidad. Los archivos capitulares y parroquiales y otros, repositorios de Córdoba, de Cuyo, de Buenos Aires, de Santiago de Chile fueron minuciosamente revisados por Mons. Cabrera. Aprendió lenguas indígenas para ponerse en condición de efectuar sus búsquedas y cotejos. Y cuando su conocimiento fue realmente grande comenzó a escribir. Puede decirse que en nuestra historiografía es un autodidacta y en cierto modo carente de método, pero la obra que deja asombra por su extensión. Escribió sin descanso hasta hace muy poco, es decir hasta que la enfermedad cerebral causada por el mismo esfuerzo del trabajo resintió su fuerte organismo.
  Hijo de don Pablo J. Cabrera y de doña Melitona Mercado Quiroga, nació en San Juan de Cuyo el 12 de septiembre de 1857. De su hogar recogido a la antigua, pasó al Seminario Conciliar de Loreto en Córdoba. Se graduó en Teología y en 1883 recibió las Órdenes sacerdotales. Años después la Universidad Nacional de la misma ciudad de Córdoba le acordó , en mérito  a sus trabajos, el título de doctor “Honoris Causa”. Hasta 1929 fue cura párroco de la iglesia del Pilar. El mismo monseñor refirió que el dr. Joaquín V. González le aplicaba el verso del poeta español: “el cura del Pilar de la Horadada, que como todo lo dá, no tiene nada”. A la vez que ese ministerio desempeñaba la Cátedra de etnografía indígena argentina en la Universidad, en la que también dirigía la Sección Manuscritos.
  Entre los cargos que ocupó y los títulos que le fueron otorgados, cuéntanse los de Miembro Titular de la Academia Nacional Ciencias de Córdoba; Miembro correspondiente del Instituto Geográfico Argentino; Miembro de la Sociedad de Americanistas de París; Miembro de la Sociedad Alemana de Estudios históricos de Berlín; Presidente de la Entidad filial en Córdoba  de la Junta de Historia y Numismática Americana de Buenos Aires en 1910 y Director del Museo Colonial de Córdoba, institución ésta última a la que Monseñor Cabrera donó su colecciones etnográficas reputadas por don Clemente Onelli como las primeras del país.
  Concurrió a diversos certámenes y congresos realizados en el país y en el exterior, como el Congreso Científico Panamericano realizado en Buenos Aires en 1910 y al que en 1924 se realizó, con los auspicios de la misma entidad en Lima. Organizó la Sección de Historia del Archivo de  los Tribunales de Córdoba. El Gobierno de Córdoba le designó su delegado al II Congreso Nacional de Historia y Geografía que se realizó en Jujuy en 1927. También fue Miembro de la última Convención Provincial que reformó la Constitución de Córdoba.
  Como orador alcanzó así mismo reputación. Por encargo del Gobierno Nacional pronunció en la Catedral de Buenos Aires, la Oración con motivo de los Pactos firmados entre Argentina y Chile en 1902 y en 1904 como Delegado de la Universidad de Córdoba, pronunció un notable discurso al inaugurarse el Cristo de los Andes. Cuando, por fallecimiento de Fray Marcolino del Carmelo Benavente, quedó vacante la Silla Episcopal de Cuyo, el nombre de Mons. Cabrera figuró entre los candidatos para llenarla.
  “La Revista de la Universidad de Córdoba” publicó muchos e importantes trabajos del historiador Cabrera. Este es el autor que más ha ahondado en los orígenes de la “docta ciudad”: su “Ensayo histórico sobre la fundación de Córdoba” fue premiado en los juegos florales en 1919 con los auspicios del Círculo Español de la misma ciudad; “Los Aborígenes del País de Cuyo”, es una de sus obras de mayor valor científico.
  Otras de sus obras históricas son las siguientes: “Ensayos sobre etnología argentina”; “Cultura y Beneficencia durante la Colonia”; “Universitarios de Córdoba”; “Córdoba de la Nueva Andalucía”; “Los Mercedarios del Tucumán”; “Trejo y su obra”; “Tríptico Histórico”; “Estudios históricos y geográficos del Tucumán”; “Tiempos y Campos Heroicos”; “Sobremonte”. Su última es “Introducción a la historia eclesiástica del Tucumán” en dos tomos publicados por la editorial Santa Catalina de Buenos Aires.
  Tanto por su labor como por su cultura monseñor gozaba en Córdoba, en razón de su sencillez evangélica, de la simpatías de todos sin distinción de credos ni de clases. En medio de este respeto unánime su muerte produce gran consternación. La Iglesia y la Ciencia pierden un gran servidor.

Honores decretados por el Rector de la Universidad local

Córdoba, enero 29. El Vicerector de la Universidad en ejercicio del rectorado, don Pastor Achával, dictó una Resolución en la que luego de conceptuosas consideraciones resuelve adherir la Universidad al duelo público causado por la muerte del hombre de ciencia, en el día de hoy y el del sepelio.
  También dispone depositar una corona de flores sobre el féretro y designar al Consejero y profesor doctor Enrique Martinez Paz para que use de la palabra en el acto de inhumación de los restos. 

Decreto del Poder Ejecutivo. Córdoba, enero 29.

  El Decreto de Honores del Poder Ejecutivo con motivo de la desaparición de Monseñor Cabrera es muy conceptuoso y tiene en cuenta su actuación de historiador y polígrafo, de Director del Museo Colonial y de propulsor de la cultura pública y de Miembro de la Convención Reformadora  de la Constitución.
   Previa Misa de cuerpo presente en la iglesia de las Esclavas, los restos del padre Cabrera serán inhumados mañana a las 10 en el Cementerio San Jerónimo.



MONSEÑOR  PABLO CABRERA -  SU  FALLECIMIENTO
Por la ACADEMIA ARGENTINA de LETRAS- Buenos Aires

  Mons. Pablo Cabrera falleció en Córdoba el 29 de Enero de 1936, había nacido en San Juan el 12 de Septiembre de 1857.
Era hijo de Pablo José Cabrera y de Melitona Mercado Quiroga. Estudió en el Seminario de Loreto de Córdoba, donde en 1883, recibió las Órdenes sagradas. La Universidad Nacional de Córdoba en mérito a su destacable labor de investigador le confirió el título de doctor “Honoris Causa”.
  En el mismo cuerpo docente tuvo también a su cuidado la organización del Archivo de los Tribunales de Córdoba. Fue Director del Muso Colonial de Córdoba y ejerció la Presidencia de la Filial, en dicha ciudad, de la Junta de Historia y Numismática Americanas. Pertenecíó a diversas corporaciones científicas del país y del extranjero. Como orador sagrado alcanzó gran reputación, señalándose entre  sus oraciones más notables la que pronunció en 1902, por encargo del Poder Ejecutivo de la Nación, en la Catedral de Buenos Aires, con motivo de la firma de los Pactos entre la Argentina y Chile y la que en nombre de la Universidad de Córdoba dijo en 1904 en la inauguración del Cristo Redentor de los Andes.
Como investigador, publicó notables trabajos relacionados con la etnografía, la lingüística y la historia. Murió “en la más absoluta pobreza de bienes materiales” –ha escrito Arturo Cabrera Domínguez- empleando los beneficios que obtenía con su sacerdocio y en el ejercicio de la docencia, en obtener copias en archivos españoles, y en adquirir libros relacionados con América: cuadros, tallas y muebles antiguos coloniales, por los que sentía mucha afición. Su museo colonial era uno de los más notables en poder de un particular en nuestro país.
  Las obras más importantes de Mons. Cabrera han sido reproducidas en la Revista de la Universidad de Córdoba, haciéndose de las mismas tiradas aparte.
  Entre sus escritos más fundamentales vamos a citar, los que siguen: Ensayo sobre etnología Argentina (1910)…………….
……………………………………………………………………………………………………………………………..
  Recordaremos también los estudios y notas sobre M. Rozas de Oquendo; Luis José de Tejeda; La antigua Biblioteca Jesuítica (1930); Antecedentes de la Representación Teatral en Córdoba (1931), etc.
  En el año 1933 fue presentado por el senador Ceballos a la Cámara de Senadores de la Nación, un proyecto de Ley, tendiente a publicar las obras completas de Mons. Cabrera, bajo la dirección de la Biblioteca Nacional.

                                                                                           J. T. R.  (J. Torres Revello)
                                                                               

Ver Cfr R. Martinez Espinosa, Ms. Pablo Cabrera, dr. Honoris Causa en LA NACION supl al nº 20453 de ag.12 1928
                                                                                                                          T VII nº 162 p. 8 col. 1 a 5 )


LA VOZ DEL INTERIOR
El 30 enero no comenta nada, o estará tan mínimo que no lo vi en la pantalla
El 31 comenta su sepelio en pocas palabras. Y publica un Aviso fúnebre por su familia y otro de la Hermandad de San Pedro por una misa a darse. NADA MAS.


“MONSEÑOR PABLO  CABRERA” por Rev. P. Gustavo Franceschi
del Boletín de la Academia Nacional de Letras – Buenos Aires

  Lo ví por primera vez en la Catedral de Buenos Aires, en agosto 1902 cuando una brillante delegación chilena vino a la Capital para firmar los Pactos que reconciliaban definitivamente a dos pueblos.
  Pronunció en el Te Deum, un discurso que me impresionó profundamente. Había yo escuchado ya, para aquel entonces, a los oradores sagrados de más relieve en la Argentina, y me interesaba en gran manera su técnica. La del Padre Cabrera me pareció sobresaliente : metódico el plan de exposición, numerosa y rotunda la frase, vívida la imagen. A lo cual se agregaba toda la virilidad del hombre de 45 años, la voz potente, el gesto amplio, actitud firme y noble.  Pertenecía a una escuela que ya no subsiste entre nosotros, pero que produjo en sus tiempos a Esquiú y a Jordán. El artificio retórico, de rigor hace cuatro décadas, coartaba un poco la espontaneidad del predicador: hoy nos cuidamos menos de la forma externa y buscamos ante todo la acción directa, inmediata, sobre las almas. Sea ella como fuere, el hecho es que, allá en los tiempos de mi juventud, Cabrera me pareció uno de los hombres más elocuentes entre los que hasta aquella fecha había oído.
   Cinco años después, con motivo del Congreso Católico, tuve oportunidad de tratarlo personalmente. Lo visité luego muchas veces en su parroquia del Pilar donde, si pasaba yo por Córdoba, me recibía con esa sencillez que caracterizaba su vida íntima. Allí pude conocerlo en su doble aspecto de sacerdote y de erudito.
  Aunque parecía identificado con Córdoba, no era oriundo de esta Provincia. Había nacido en San Juan el 12 de Septiembre de 1857. En su ciudad natal existía una larga tradición eclesiástica y el joven Pablo sintióse arrastrado por ella. Estudió en el Seminario Concilia de Loreto en Córdoba y recibió las Órdenes en el año 1888. Su vida fue desde entonces la del común de los clérigos: cargos secundarios en un principio y luego la Rectoría de la Parroquia. Allí sus ocios no podían ser muchos , pero fueron bien empleados.
  De alma muy poco cosmopolita, profundísimamente “criollo”, experimentó el deseo de conocer mejor su tierra, para amarla con más intensidad. De ahí sus estudios históricos. Como me lo dijo en esa oportunidad, no tuvo desde su juventud plan preconcebido : “las cosas iban saliendo solas”, en virtud de la curiosidad que lo arrastraba a examinar el significado de un nombre indígena o a discernir la época de un mueble. Fue eminentemente autodidáctica, a la manera de casi todos los argentinos desde generaciones. De ahí que su ciencia careciera de plena homogeneidad. Hoy se procede quizás con técnica más perfecta, pero es imposible superar a Cabrera en buena voluntad, y ésta suplió en muchísimas ocasiones la falta de una preparación escolar adecuada, movido por aquella estudió enormemente , acumuló un sinfín de datos, se compenetró con el pasado argentino, y no fue indigno al título de maestro que numerosos eruditos le otorgaron.
  Su bibliografía, publicada al pie de esta nota y recopilada por don Arturo Cabrera Dominguez, nuestra una parte de su labor personal y la otra está constituida por la colección de objetos que a través de su larga vida reunió y que, sintiendo acercarse la ancianidad, entregó a la Provincia donde había desarrollado su actividad de sacerdote y su trabajo de investigador. Pero a todo ello ha de agregarse algo más: Monseñor Cabrera fue, estimulador, verdadero acicate para el escogido grupo de jóvenes que se  le aproximaba. A ninguno negaba un consejo, un documento, una sugestión. Con generosidad admirable se desprendía del fruto de su esfuerzo propio para comunicarlo a quienes se iniciaban en la carrera. De escasos provechos, que lleva a descubrir una historia sincera de nuestro continente. Se perpetúa así entre sus discípulos.
  Sacerdote culto y celoso, orador, que prematuramente se redujo al silencio, estudioso que hasta su ancianidad empleó el tiempo que otros los consagraron al descanso, tal lo conocí siempre.
  Recuerdo la última visita que le hice. Casi perdida la vista, retirado ya de su parroquia del Pilar, mostrábase de un optimismo inalterable, de una juventud espiritual apenas velada por algún dejo de melancolía.  Su fe robusta, su piedad honda y sencilla, le daban fuerzas para sobreponerse a los achaques de la ancianidad y mantener viva la llama del alma. Nos despedimos como viejos amigos. No lo he vuelto a ver en este mundo, pero su imagen permanece en mí, como tipo de hombre bueno, de sacerdote virtuoso, y de trabajador infatigable.
                                                                                                                          Monseñor Gustavo Franceschi
En Boletín Academia Nacional de Letras. 1936. T IV. Nº 13- pp.47/49

Sigue la Bibliografía de Monseñor Pablo Cabrera, 1936 T IV Nº 13 pp50/51 del mismo Boletín. Por Arturo Cabrera Domínguez  -BAAL IV-1936  (no la trascribo por confeccionarla enteramente en otro lugar)



CONCLUSIÓN. A 80 años de su  muerte. 


Para seguir avanzando en la confección de una nueva historia mundial se usan métodos muy conocidos ya.
Borrar el pasado.Aplicación de la pesada lápida del silencio. La aislación del que molesta. La mentira a granel, la calumnia....
¿Qué queda de los lugares que mantendrían el recuerdo de Mons. Cabrera? En general las moradas donde falleció un personaje "al gusto de ellos", se los declara monumento nacional, o al menos se los señala con una placa.
Cabrera vivió sus últimos años en Félix Frías 134, entre Av. 24 de septiembre y 25 de Mayo, Bº General Paz.
Ya ha caído bajo la piqueta demoledora. 


Ni un rastro. Edificio de departamentos ocupa el lugar. Acá falleció el 29 enero 1936


Lugar preciso, Félix Frías 134, actualmente un saloncito de té, llamado "Ángeles". La parte de la vidriera correspondía a la ventana de la Sala de recibo, donde fue velado Monseñor entre el 29 y 30 y desde allí trasportado a la Capilla de las Esclavas.A la izquierda, era la entrada a la casa; y el vidriado con Alquila era una habitación, con ventana.

Casa vecina, quizá de Gilardo Gilardi. La de Cabrera era de este estilo.
                                                              LA IGLESIA DEL PILAR


Todo realizado para borar su memoria. El P. Molina me dijo: no va encontrar nada de él acá..." 


Campana de la iglesia; llamó a los fieles durante muchos años


                                                                   

Al frente, correspondía a la casa habitación, en donde Cabrera vivió con sus hermanas. La puerta a la izquierda es entrada a la Sacristía. La ventana ventila lo que fue el Estudio de Monseñor, allí se efectuaban los "Viernes del Pilar".

TRASLADO DE SUS RESTOS
La macabra puesta en escena del traslado de sus restos.
Se  me había comunicado que al cumplirse un cierto aniversario del Pilar se contaba traer los restos del Padre Cabrera para darles sepultura en la iglesia. El 27.12.2012, encontrándome en el Arzobispado, el dicho párroco me ve y a quemarropa anuncia que "la bolsa con los huesos de Cabrera ya estaban depositados en la Parroquia"-"La bolsa con los huesos la cual ostenta una etiqueta con su nombre..." 
¡ni siquiera " la urna con los restos! EN UNA BOLSA!"  ¡Ni en una simple urna descansaba Pablo Cabrera!.¡No!En una bolsa con una etiqueta que lo señalaba como propietario del contenido!!!  (En 1984 decidieron levantar la Bóveda de la Hermandad de San Pedro, destino final del Clero diocesano. Muy en silencio fueron reducidos sus yacentes habitantes, sin aviso a sus familiares y trasladados a distintos lugares.Dijeron que "al Padre Cabrera le correspondió, por deferencia, la cripta de la Catedral", lugar donde en realidad nunca estuvo. Sin duda habrá sido tirado, con otros sacerdotes, en algún oscuro rincón, "la bolsa con su etiqueta" entre otras.
Nada se efectuó hasta que a fines de octubre 2013 anunciaron, hasta por la radio, que el 1º de noviembre se trasladarían desde la Catedral, en procesión encabezada por el Arzobispo y que luego de una misa se guardarían los restos en la iglesia.. Esto lo relato para que se entere la gente cómo se miente. Ya había sido llevado en bolsa, hacía 10 meses y luego organizan una "procesión".. Todo dentro de la comedia humana representada por el Vaticano y su séquito y apoyando a los políticos ateos.

DE SUS OBRAS
Diario TRIBUNA- 1928  



MONSEÑOR PABLO CABRERA MUERE ESTA MADRUGADA-
 CÓRDOBA, diario de la tarde, 29.1.1936

Extraigo- 5ª col. Después de estrellitas.

 "Limpiar la página de la Iglesia en el pasado remoto de la conquista he ahí su más caro anhelo, su señero definitivo, no pragmático, puesto que aunque no confesara tal propósito, él mismo salta en sus obras, orientada hacia fines que en su persona, con su fe, y aún con su propia investidura, vocacional sin duda alguna, eran carne de sus pensamientos.
  SU VIDA…..ordenándose en el Seminario Conciliar de Córdoba de doctor en teología, en 1883,cuando apenas contaba 26 años de edad.
…oración Cristo en la Cima “Pro Paz y Fraternidad” que pronuncia el 24.8.1902 en la Iglesia Catedral de Buenos Aires.
Dos años después otra gran pieza oratoria había de hacer repercutir nuevamente su nombre por todo el ámbito argentino. Fue en oportunidad en que dijera su discurso al inaugurarse la estatua del Cristo Redentor  en la Cordillera de los Andes.
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 Era la tierra heroica de nuestros padres que él descubriera y sacara de las sombras a la luz; la tierra legendaria de los Incas, conquistada con la sangre y las instituciones de un pueblo tan grande como la raza hispana y reconquistada de nuevo para la libertad y para el porvenir del mundo por la valentía y el heroísmo de sus hijos; era la tierra del Paraguay, del antiguo Tucumán y del Río de la Plata que el doctor Cabrera fue amojonando y delineando en sus escritos para trazarnos el itinerario de los bravos conquistadores y las huellas de los primeros misioneros; para señalarnos el lugar y la época del primer altar levantado por un fraile mercedario hace cuatro siglos en las selvas perfumadas de Jujuy; para seguirlo al franciscano Bolaños y a San Francisco Solano en sus correrías de apóstoles por los ríos del Paraguay y a lo largo del antiguo Tucumán; para presenciar con don Jerónimo Luis de Cabrera en la margen derecha del Suquía la fundación de esta Córdoba de la nueva Andalucía y hacernos asistir después a todos al desenvolvimiento de su vida religiosa, política y cultural. Del discurso del Pbro. C. Vera Vallejo.

Sus obras reflejan su noble espíritu; la intención: restaurar la verdad; rehabilitar al difamado. Con respecto a la Leyenda Negra, está dicho por historiadores de valer, que no hizo la "historia rosa", sólo puso los hechos en su justo precio. Esto molesta a los oficialistas, que blanden el lema de Voltaire: miente, miente....

"Cultura y Beneficencia en la Colonia" otro galardón para Cabrera. Evidenciar, demostrar que la época colonial no fue lo que nos quieren presentar como verdadero: una época oscura; sin cultura. Es el constante leimotiv para denigrar la Iglesia y el aporte español con el descubrimiento y asentamiento en estas tierras. 





Foto de la Iglesia del Pilar, tomada por Samuel Lafone Quevedo en 1906

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